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La vida de las empresas / Izar

El laborioso viaje desde el astillero a la orilla del mar

Tanto como el proceso de construcción de un buque: años de diseño, de trabajo, de pruebas hasta que finalmente el barco echa a navegar. Desde hace años el sector arrastra, en el área civil, una crisis derivada de la competencia asiática, donde se venden barcos a precios irrisorios. Europa tiene ante sí el reto de demostrar su calidad, para lo cual astilleros como Izar han apostado por la tecnología y novedosos procesos de trabajo destinados a ahorrar costes y plazos.

Las enormes grúas del astillero de Izar, al pie de la ría, forman parte del paisaje de Ferrol desde hace décadas. Porque los ferrolanos, si de algo saben, es de construir barcos. Esa ha sido su actividad principal desde mediados del siglo XVIII y se nota cuando describen, apasionados, cómo construyen los buques. 'Has venido al astillero militar más importante del mundo', asegura orgulloso Carlos Merino, director de la oficina técnica del astillero de Izar en Ferrol.

El de Ferrol es uno de los ocho astilleros que Izar tiene repartidos por toda la costa española. La compañía, resultado de la fusión de Bazán y Astilleros Españoles en diciembre de 2000, tiene ante sí el reto de sacar a flote la integración de ambas empresas públicas, de construcción naval militar una y comercial la otra, en un momento de crisis para el sector europeo.

El buque de guerra es el fórmula 1 de la construcción naval, es todo última tecnología

Izar ha apostado por la calidad y la tecnología, en el área militar de momento, pero con perspectiva de aplicarlo en la comercial. 'El buque de guerra es el fórmula 1 de la construcción naval', sostiene Merino. 'Es todo última tecnología'.

La construcción de un barco tiene algo de faraónico. Las dimensiones de un buque, visto de cerca, sobrecogen. 'La construcción civil y la militar son diferentes', explica Ángel Recamán, director del astillero de Ferrol. 'La militar es más compleja; los costes, mayores, y los plazos de diseño, más largos'. Una fragata como la Blas de Lezo, que se entregó a la Armada española en septiembre de 2002, puede costar en torno a 240 millones de euros. Su construcción dura unos cinco años. Lo curioso es que el mayor esfuerzo, económico y de trabajo, se destina a la tecnología, es decir, al sistema de armas y al de comunicaciones del barco. 'El acero es lo menos importante. Es algo sencillo. El contribuyente más importante es la electrónica', explica Recamán. Tan sólo un radar cuesta entre 12 y 18 millones de euros.

El astillero de Ferrol es pionero en Europa en un sistema de construcción de buques importado de Japón denominado construcción integrada. Es motivo de orgullo para los directivos y trabajadores del astillero, porque gracias a su implantación han conseguido acortar los costes y los plazos de entrega de los buques.

A muy grandes rasgos, consiste en construir el barco a pedazos, por módulos, que luego se ensamblan entre sí en una grada. Es decir, no se construye el casco y luego se rellena, como tradicionalmente, sino que se divide el barco en partes y cada una de ellas se construye casi entera, incluida la pintura y los sistemas de armas, por ejemplo, en un taller. Posteriormente se ensamblan las piezas.

Todo comienza en cuanto se firma el contrato. 'El diseño es quizá la parte más larga', cuenta Recamán. Porque el diseño de un buque se hace por ciclos, se diseña y se rediseña continuamente. Los planos del barco están supeditados al sistema de construcción. No son un todo, sino que se orientan a los espacios geográficos del buque, a los bloques. 'El objetivo es hacer cada trabajo a su debido tiempo, ni antes ni después, de acuerdo con una estrategia de construcción establecida previamente', explica Carlos Merino. 'Estamos obsesionados con la organización del trabajo para reducir plazos y costes'. Las tres palabras clave de todo el proceso, según Merino, son: 'Planificación, planificación y planificación'.

A medida que salen los planos, se envían al departamento de pedidos, encargado de solicitar los materiales. Izar trabaja con más de 100 empresas suministradoras.

Ya con los materiales, comienzan a construirse los módulos en los talleres, rompiendo con el sistema tradicional de producción. En cada bloque trabaja un grupo de personas de diferentes disciplinas: chapistas, electricistas, pintores, técnicos de sistemas... Su tarea es avanzar lo máximo posible en la construcción del bloque, para que cuando se ensamble en la grada, a pie de ría, el barco esté terminado casi al 100%. 'De esta manera el trabajador lo siente como algo cercano porque ve lo que está haciendo, es algo muy próximo a él', cuenta Merino.

Los bloques van creándose con una planificación del trabajo que llega al extremo. Cada tarea debe hacerse en su momento. Lo primero que se pone en la grada es la quilla del barco. A partir de ahí se colocan los bloques por orden y se van ensamblando, según estén terminados. Cuando todos los bloques están en la grada llega la hora de la botadura del barco. Han pasado cerca de cuatro años.

La botadura no significa que el barco esté listo para su entrega. Comienza entonces un periodo de pruebas, tanto en el astillero como en alta mar, en el que se comprueban todos y cada uno de los elementos del barco. Un buque militar debe soportar unas 600 pruebas importantes y muchísimas más de menor calado. 'Se prueba todo, desde el sistema de comunicaciones hasta el funcionamiento de la cocina', cuenta Recamán.

Llegados a este punto, se hace entrega del buque al comprador, que ha estado presente durante las pruebas. Si fallara algo, puede estar tranquilo porque, como los coches, dispone de un periodo de garantía. De un año, eso sí.

'Tenemos el arte para hacer barcos'

Francisco Casal trabaja desde hace 14 años en el departamento de recursos humanos del astillero de Izar en Ferrol. El suyo es un caso demostrativo de la importancia del astillero para la ciudad, porque su abuelo, su padre, sus tíos y sus hermanos trabajaron o trabajan aún para Izar. æpermil;l mismo entró a los 14 años, en 1965, en la escuela de aprendices de lo que entonces era la Sociedad Estatal de Construcción Naval. Lo que posteriormente sería Bazán.'En Izar, aparte de buen trabajo para hacer barcos, hay arte, porque llevamos con ello desde tiempos de Carlos III', afirma Casal. Ferrol se creó en el siglo XVIII para construir barcos militares.Los ferrolanos sienten el astillero como algo propio, porque muchos de ellos, como Francisco Casal, llevan toda la vida construyendo barcos. 'Yo he pasado por todas las fases de producción', relata.Su padre, Francisco, también entró como aprendiz a los 14 años, allá por los años treinta. Tornero de profesión, dedicó cerca de 50 años al astillero hasta que se jubiló a comienzos de los ochenta. Hoy, 20 años después, tecnología y tradición conviven armoniosamente a pie de ría.

La batalla se da en el área civil

Lograr un contrato para un buque militar y uno civil es completamente distinto. Al margen de la Armada española -caso aparte-, Izar se presenta a concursos para lograr contratos de armadas extranjeras. El proceso puede durar seis meses, a lo largo de los cuales hay que presentar un proyecto con un coste que puede ser de 1,2 millones de euros. 'Para lograr el contrato debes ofrecer compensaciones industriales', explica José Luis Moya, director comercial de Izar. El proyecto se acompaña de compras e inversiones en el país por el importe del barco.La verdadera batalla, sin embargo, se da en el área civil. El contrato se negocia en 15 días, y el armador elige astillero según el tipo de barco y su precio. El problema para los astilleros europeos proviene de Asia, donde chinos y coreanos están vendiendo los buques hasta un 40% más baratos, debido al bajo coste de la mano de obra y a la apreciación del euro.Los barcos se venden en dólares. 'En este momento no se puede competir', sostiene Moya. 'La única solución es construir los cascos en países con mano de obra más barata'.

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