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Tribuna
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África, Bush y la Guinea ex española

Un intelectual ecuatoguineano con publicaciones varias en español y pronto en francés defendía la intervención americana en Irak como un aviso definitivo a las tiranías. Creía ver en el viaje de Bush al África subsahariana la señal de un freno a la corrupción política y a la ferocidad de la represión contra los opositores democráticos. Apoyaba su tesis en las cinco paradas en el viaje del presidente de EE UU que privilegiaba a aquellos países que se distinguían por sus esfuerzos y maneras democráticas. El avión presidencial no tomaría tierra en Malabo, a pesar del trato favorabilísimo de que gozan las compañías americanas que explotan el petróleo de Guinea Ecuatorial. 'Después de la guerra de liberación en Irak' -concluía- 'resulta impensable respaldar a ningún sátrapa africano'.

Bob Geldof, ácido crítico de la Administración republicana y promotor del periplo africano del cantante pop irlandés Bono, celebró el anuncio de Bush de una ayuda de 15.000 millones de dólares para atajar el sida con estas palabras: 'Pensarán que me he vuelto majara si afirmo que este gesto es el más positivo que se ha hecho con África desde los días de Kennedy'.

Los escépticos, sin embargo, insisten en el petróleo. El golfo de Guinea desde Nigeria a Angola, pasando por las pequeñas islas de Bioko y Santo Tomé, con una extracción prevista en los próximos cinco años de 6,3 millones de barriles/día, estará en condiciones de sustituir a los países del golfo Pérsico como suministrador de EE UU. En 2005 las importaciones norteamericanas procedentes de África llegarán al 25% del total, la misma proporción que las originarias en Oriente Próximo.

El único peligro que amenaza ese flujo regular son las guerras vecinales o las revueltas internas en los países productores. La codicia por los diamantes avivó el polvorín en Sierra Leona y Liberia, el petróleo puede extenderla a los países del golfo de Guinea.

La inestabilidad política se acaba de manifestar en la isla de Santo Tomé, pero Guinea Ecuatorial es el caso quizá más llamativo. Todas las circunstancias atraen las amenazas. La producción de crudo por habitante supera a la de Arabia Saudí. Una extracción del orden de los 300.000 barriles/día permitiría una renta individual a sus 500.000 habitantes en torno a los 5.500 dólares. La más alta del continente africano. Los ingresos del petróleo han permitido al presidente Obiang agrupar en su entorno a una serie de partidos disidentes y ganarse las voluntades de la escasa clase media -el Gobierno de Guinea Ecuatorial cuenta con 50 ministros- a la vez que se han incrementado los efectivos policiales y militares hasta 4.000 hombres bien armados, como lo ha demostrado el asesinato 'involuntario' de una cooperante española porque el autobús en que viajaba no atendió escrupulosamente las señales de los encargados de la circulación.

Los límites marítimos en donde se esconden las bolsas de petróleo ecuatoguineano están siendo discutidos por sus vecinos continentales, Gabón y Camerún, mientras Nigeria asume un papel de observador y quizá de arbitro demasiado interesado.

El peligro externo está ahí latente. EE UU parece dispuesto a establecer una base militar en algún lugar central del área petrolífera que sirva de advertencia disuasoria.

Interiormente la posición está controlada, algunos pocos participan de la fiesta del petróleo siempre de acuerdo con los baremos que establezca el presidente y su círculo más estrecho. La mayoría de la población continuará, sin embargo, en sus niveles de subsistencia próximos a los de un cazador recolector cuyo mejor destino es la vuelta al poblado prehistórico como refugio ante el sida o la miseria urbana (Economía Exterior, octubre 2000, Guinea Ecuatorial, una ultima oportunidad, L. Alcaide).

El remedio interno y externo está, sin embargo, a la vuelta de la esquina. Prácticamente lo ha propuesto el administrador civil norteamericano para Irak, Paul Bremer: liberalización de la economía y creación de una red de salvaguardia social que permita a los iraquíes (ecuatoguineanos) participar en los ingresos del petróleo. Los beneficios se distribuirán anualmente entre los ciudadanos, reservando una parte para depositarla en un fondo que administrado por una instancia internacional garantice las pensiones de los ancianos o la educación de las nuevas generaciones. El experimento estaba en fase de proyecto en la isla de Santo Tomé. Su presidente, Fradique de Menezes, dijo hace unas semanas: 'Nuestra pequeña isla está en una mala vecindad, rodeada de países cuyas rentas de petróleo son un secreto de Estado y son dilapidadas por la elite gobernante'. Un golpe de Estado de carácter militar ha podido ser la respuesta ante esta provocación, si bien la rápida intervención del presidente nigeriano Obasanjo y la intensa actividad diplomática norteamericana confirmarían los propósitos democráticos. Por lo pronto, la legalidad ha sido restablecida y los golpistas amnistiados.

Cuando el avión de Bush sobrevoló Guinea Ecuatorial, el presidente pudo contemplar el gran número de plataformas que rodean al país más rico en petróleo por habitante. Sus habitantes han sido desposeídos de su riqueza y de los derechos consagrados por la Constitución americana, pero las compañías petrolíferas tienen garantizados espléndidos beneficios que comparten sólo, aunque en pequeña medida, con la 'elite' gobernante.

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