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Lealtad, 1

Pitonisas y bolas de cristal

Los diferentes caminos de las Bolsas, unas veces al alza, otras a la baja, están llenos de vidrios de aquellas bolas de cristal rotas por los desencuentros, por los fracasos en las predicciones. Los estudiosos de los mercados cuentan con amplia bibliografía sobre multitud de técnicas empleadas por los inversores, institucionales o privados, que más da, para decidir inversiones cuando el horizonte está cargado de incertidumbre.

Hay quienes acuden a la numerología para invertir aquí o allá; otros se tumban en el diván. Hay quienes buscan referencias en el cielo, como los antiguos romanos y la interpretación que hacían del paso de las aves. También se acude a los adivinadores, a los chamanes, a los echadores de cartas, a las pitonisas de la mitología. O al análisis de los posos del café.

Sólo los osados dicen tener la bola de cristal que adivina el futuro. La liturgia de este fenómeno, por mucha que sea la crítica, es secular y lo seguirá siendo mientras la ley de la oferta y la demanda siga en pie. En la coyuntura actual los adivinos hacen el agosto, porque multitud de participantes en el mercado requieren sus servicios.

A estas alturas de curso a nadie se le escapa que las estadísticas ya no son referencia en el mercado, porque de repente se ha considerado que todo es pasado, agua de borrajas. Basta que el mercado lo considere para que sea así lo que airean los bancos de inversión, las pitonisas, que no es otra cosa que el futuro será mejor y que el pasado, como el agua, no mueve el molino de las Bolsas. Todo es cuestión de fe.

Nadie debe rasgarse las vestiduras si en esta celebración alcista los resultados de las empresas que se conocerán en las próximas semanas defraudan tanto en Estados Unidos como en Europa, pero no tienen impacto alguno en las cotizaciones. Parece que todo está preparado para que los resultados, claro está, también sean cosas del pasado. El futuro será mejor. O no.

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