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Tribuna
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Sector eléctrico, un freno a la competitividad

El sector textil de proceso algodonero, exponente de una industria de larga tradición en España, que transforma el algodón y las fibras químicas en hilados, tejidos y ropa para el hogar, ha encontrado en los incrementos del precio de la electricidad un obstáculo para proseguir su mejora de la competitividad en un mercado globalizado.

Contrariamente a lo que se podría suponer, la esperada liberalización eléctrica que puso en marcha el Gobierno hace cinco años, no ha significado a medio plazo una auténtica rebaja de la factura eléctrica, ya que en los dos últimos años las empresas del sector han soportado incrementos medios anuales del orden del l4%.

Los costes de la energía eléctrica pueden comprometer el porvenir de la industria textil, a pesar de la apuesta decidida que este sector ha hecho por la calidad, el diseño, la innovación de sus productos y la modernización de sus equipos productivos.

Los aumentos continuados de un factor que representa entre un 15% y un 20% de sus costes de producción constituyen un freno adicional a las oportunidades de posicionarse en el mercado exterior, mercado que como bien se sabe es extraordinariamente competitivo, ya que confluye en él la oferta inagotable de decenas de países productores, muchos de ellos calificados como de bajo coste. Estas circunstancias dificultan seriamente la continuidad de la baza exportadora que durante los últimos años ha jugado el sector y lo que le ha permitido alcanzar cuotas de exportación del 50% de lo que produce.

La liberalización eléctrica infundió un gran optimismo entre los productores que confiaban en una necesaria reducción de costes y en la mejora de la calidad del servicio. Si la competencia eléctrica hubiera aumentado, también lo habría hecho la competitividad, compensando parcialmente las ventajas de empresas situadas en países con costes de producción inferiores.

Pasados cinco años, constatamos que la competencia del sector eléctrico no ha aumentado, sino que ha sido neutralizada por las posiciones dominantes de compañías que controlan casi el 80% de la oferta y que además son la base para la fijación de precios del pool eléctrico.

Tampoco han ayudado las características de un mercado eléctrico que excluye a otras comercializadoras y dificulta la entrada de nuevos operadores. La situación expuesta comporta la pérdida de competitividad de toda la industria manufacturera española y singularmente de la textil, formada mayoritariamente por pequeñas y medianas empresas. Nuestras empresas están sufriendo las consecuencias de una política de tarifas discriminatorias que privilegia a ciertos sectores productivos en detrimento de otros grupos de consumo, dándose en la práctica subsidios cruzados entre los diferentes sectores.

Por todo ello, un importante factor de riesgo que lastra hoy a la industria textil algodonera, compuesta por más 200 empresas y 26.000 trabajadores en toda España, procede del sector eléctrico español, en el que no existe una auténtica competencia ni frente al cual no actúan suficientemente los organismos que deben velar por su buen funcionamiento.

El Gobierno debería revisar en profundidad el funcionamiento del sistema, adoptando nuevas medidas que introduzcan mayor competencia en el mercado. Todo ello para conseguir una mayor eficiencia del sector eléctrico, de forma que la energía no suponga una traba añadida para un sector en el que, con el horizonte de la plena liberalización de intercambios en 2005, no hay margen para nuevos obstáculos.

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