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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Acabemos con el espejismo

La llegada de Italia a la presidencia de la Unión Europea, y sus nuevas propuestas, puede servir para que, de una vez por todas, se rompa el espejismo del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Los beneficios del equilibrio presupuestario son innegables en términos de estabilidad financiera, reducción de la deuda y bajos tipos de interés. Además, la vocación de disciplina fiscal impide que los Gobiernos caigan en la tentación de disparar el gasto público para impulsar el crecimiento a corto plazo (con el consiguiente rédito en las urnas), dejando que la factura la paguen otros a largo plazo (en forma de más deuda, mayores impuestos y tipos de interés más altos). Por todo ello, este periódico siempre ha defendido sin fisuras el Pacto de Estabilidad. Pero la situación ha cambiado en los últimos meses. Los incumplimientos, las decisiones de Alemania o Francia que cada vez las alejan más de los objetivos oficiales sin que pase nada, las quejas (justificadas) de los países pequeños sobre el doble rasero que se les aplica y las propuestas, aquí y allá, de dejar fuera los gastos de defensa y de investigación han convertido al pacto, de hecho, en papel mojado. Y de paso amenazan con llevarse por delante la credibilidad, siempre frágil, de las instituciones europeas en temas económicos y monetarios.

El reto es doble. Por una parte, las grandes economías europeas permanecen estancadas a pesar de que los tipos de interés están en mínimos históricos, como pone en evidencia el último informe de la Comisión. Existen dudas más que razonables sobre la efectividad de recortes adicionales por parte del BCE. Francia y Alemania han dejado claro que no van a permitir que ningún corsé les aboque a la recesión. Y Portugal se lamenta amargamente de que sólo se supervisen con celo las faltas presupuestarias de los países 'periféricos'. ¿Tiene sentido mantener el rigor fiscal exigido por el pacto en momentos de grave crisis económica y cuando la única forma viable de impulsar el crecimiento parece pasar por un aumento coyuntural de los déficit?

El segundo reto es la credibilidad. Si el pacto hace aguas, cabe pedir su reforma cabal, a fondo. Seguir parcheando como hasta ahora, ignorar los incumplimientos continuados y mirar para otro lado resulta más dañino que afrontar la realidad. Ejemplos no faltan. Cuando el Sistema Monetario Europeo (SME) entró en crisis en 1993, los ministros de Economía sacaron las conclusiones pertinentes y la cirugía fue radical: ampliar las bandas de fluctuación hasta el 15%, lo que permitió una vuelta a la normalidad poco después. La Unión Europea debe ahora buscar una solución al callejón sin salida en que se ha convertido el Pacto de Estabilidad en la actual crisis. Una reforma de la que saldrán ganando todos: la Comisión, el Ecofin y el Banco Central Europeo. Mantener el rigor fiscal como aspiración a largo plazo es esencial. Pero también lo es afrontar de una vez por todas el debate sobre si debemos o no permitirnos un mayor déficit coyuntural a corto plazo. Sin maximalismos ni hipocresía.

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