Una rivalidad artificial con un final inevitable
El nacimiento de la televisión de pago por satélite estuvo sembrado de polémica e incertidumbres económicas. Los analistas tenían claro que no había sitio para dos plataformas y así se ha constatado
El daño causado a Canal Satélite Digital es irreparable, pero cuantificable'. Las palabras datan de mayo de 1997 y fueron pronunciadas por el consejero delegado de Prisa -empresa editora de este periódico-, Juan Luis Cebrián. Ayer, el Tribunal Supremo puso precio al denominado decretazo digital, justo en un momento en que la realidad económica del mercado español se ha impuesto sobre la política.
Porque después de más de un lustro de competencia entre dos plataformas de televisión digital, Prisa y Telefónica han unido sus fuerzas para crear un sólo operador. Y esta posibilidad es la que el Gobierno de José María Aznar intentó combatir desde el principio y la que dio origen a iniciativas como la que ha dado lugar a la actual sentencia.
La salida al mercado de Canal Satélite Digital (CSD) el 31 de enero de 1997 se concibió como una evolución natural de la tecnología. Sogecable era ya propietaria de la primera televisión de pago analógica en España, Canal +, y el lanzamiento de las emisiones digitales por satélite fue un paso más en el negocio que daría mayor calidad de imagen y la posibilidad de incorporar, antes o después, servicios interactivos.
La experiencia francesa estaba siendo un éxito y los socios de Canal + decidieron ser los primeros en traer a España y explotar la televisión de pago por satélite.
El Gobierno no lo vio así y nada más conocer la intención de Sogecable comenzó a tutelar la creación de un grupo capaz de lanzar una segunda televisión digital por satélite. Televisión Española fue el primer recurso, seguido de la Telefónica de Juan Villalonga, entonces ajena al negocio de medios de comunicación, pero con una generación de caja idónea para el cometido que se estaba planteando y un máximo ejecutivo amigo del presidente.
'Rocambolesco' es el adjetivo con el que califica el primer accionariado de Vía Digital una persona que siguió muy de cerca todo el proceso. Los grandes socios -TVE, Telefónica, Televisa- compartían capital con un amplio grupo de compañías -un total de 15, entre los que estaban æpermil;poca o la COPE- con participaciones muy limitadas e incapaces de afrontar las ampliaciones de capital que requería el proyecto.
En este contexto, el decretazo digital se interpretó como una manera de ganar tiempo y de intentar retrasar la salida al mercado de CSD. El mismo día del lanzamiento de la plataforma de Sogecable, Telefónica y TVE constituían la suya.
Los analistas y bancos de inversión tuvieron claro su veredicto desde el principio: en España no hay sitio para dos plataformas. Y menos con la estructura de negocio que se creó. Vía Digital salió al mercado y entró sin reparar en costes en el negocio de compra de derechos. Los precios se dispararon, lo que incidió aún más en las dificultades económicas. 'La fusión estaba cantada desde el año uno', concluye otra fuente cercana al proceso.
Y más que espectadores ajenos al negocio, los que vieron nítido desde el principio que su futuro estaba en sintonía fueron los propios implicados. Los contactos se iniciaron casi a la vez que las emisiones y ya en 1998 se redactó un pacto formal de fusión. Las valoraciones y las diferencias económicas rompieron varias veces cualquier acuerdo, hasta el punto de que tuvo que llegar un nuevo presidente a Telefónica, César Alierta, y convencerse de la necesidad de frenar una sangría de pérdidas para que las negociaciones llegaran a buen puerto.