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Tribuna
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La sociedad del bienestar

Jordi de Juan i Casadevall analiza la crisis económica de Alemania y afirma que España sostiene el Estado de bienestar gracias a la estabilidad presupuestaria. Subraya la necesidad de motivar a la sociedad para impulsar reformas

La socialdemocracia alemana acaba de anunciar la necesidad de emprender reformas en la sanidad, el sistema de pensiones o el seguro de paro. Schröder, el canciller que accedió al poder con el lema de 'el nuevo centro' -luego desmentido por su alianza parlamentaria con los Verdes, y que casi pierde la mayoría en las recientes elecciones legislativas- acaba de obtener el respaldo necesario de su partido, el SPD, para impulsar un paquete de reformas del Estado de bienestar que se conocen como la Agenda 2010.

Cuando se inició su primer mandato declaró que sin crecimiento económico no hay solidaridad. Sin una sólida política económica, capaz de generar riqueza, no hay redistribución de la renta. Al iniciarse este segundo mandato, con un país en recesión técnica, con la estadística de destrucción de empleo engordando, aquella declaración cobra todo su sentido.

æpermil;ste no es un fenómeno privativo de Alemania. También Francia, con un déficit público excesivo a efectos de Pacto de Estabilidad, anuncia severas reformas de su sistema sanitario y, con grandes movilizaciones sociales, de su sistema de pensiones públicas.

El que gobierna anticipa los problemas a largo plazo y busca vías de solución para cuando se planteen con toda su crudeza

Nuestro país permanece al margen de este recorte de prestaciones sociales, es otra de las ventajas de la estabilidad presupuestaria. Tener las cuentas públicas equilibradas nos permite actualizar las pensiones, destinar más del 50% de nuestro gasto presupuestario en políticas sociales y nutrir un fondo de reserva para garantizar el futuro del sistema público de pensiones. Pero el caso de Alemania es emblemático, sobre todo si la propuesta de reforma procede nada menos que del Partido Socialdemócrata.

El gran protagonista en la construcción del Estado de bienestar debe administrar ahora su liquidación parcial. Dejando al margen el modelo sueco, caracterizado por un elevado nivel de prestaciones y por una no menos elevada fiscalidad, el modelo alemán había sido para Europa un modelo a seguir. En la República de Weimer florecieron a nivel constitucional los primeros derechos económicos y sociales que dieron lugar, tras la Segunda Guerra Mundial, a un Estado de bienestar fuerte con una sanidad pública y un sistema educativo muy potentes y con un sistema público de pensiones muy desarrollado. El Estado social, el que interviene en el tejido nervioso de las relaciones económicas y sociales para garantizar lo que Forstoff llamaba 'la procura existencial' o mínimo vital del individuo, tenía en Alemania un ejemplo paradigmático. Hoy es el Partido Socialdemócrata el que propone aplicar la tijera al gasto social. ¿Qué ha pasado?

Hace muchos años que viene hablándose de la crisis fiscal del Estado y de la necesidad de reformarlo. Quizás ha llegado ese momento. El modelo social europeo, el welfare state, forma parte de nuestra cultura política y hay que preservarlo. Pero hay que superar el inmovilismo ciego y emprender las reformas que garanticen su viabilidad futura. Y hay que emprender estas reformas a tiempo y no cuando una coyuntura económica adversa lo impone para cuadrar un presupuesto desequilibrado, como en el caso alemán o francés.

La primera y más importante política social es la que genera empleo. Por consiguiente, el primer objetivo del Estado de bienestar es, según la máxima de Schröder, crecer. Pero no basta con decirlo, hay que hacerlo y emprender las reformas estructurales para que nuestra economía sea más flexible, tenga mayor capacidad productiva y sea intensiva en creación de empleo. Sin política económica no hay política social.

La estabilidad presupuestaria también contribuye al fortalecimiento del Estado de bienestar. Garantiza una asignación eficiente de los recursos públicos, financia la inversión productiva y las políticas sociales en momentos adversos y, en fin, nos proporciona un margen de maniobra en momentos de atonía cíclica. Es el caso español.

En tercer lugar, hay que anticipar las reformas y no plantearlas cuando no hay otro remedio. Es la diferencia entre gobernar y administrar. El que gobierna anticipa los problemas a largo plazo y busca vías de solución para cuando se planteen con toda su crudeza. Eso es lo que hacemos en el Pacto de Toledo, tratar de responder anticipadamente y, desde el consenso, a la incidencia negativa que puede tener el envejecimiento de la población en nuestro sistema de pensiones.

Hemos de empezar a hablar no sólo de Estado de bienestar, que hay que preservar, sino también de sociedad del bienestar. Una sociedad que brinda oportunidades para todos desde todos los planos de la vida colectiva: económico, laboral, cultural o educativo. Fortalecer al tercer sector, el de las entidades no lucrativas, para que, a través de adecuados estímulos fiscales participe en la promoción y defensa de intereses culturales o sociales es una de las vías para potenciar la sociedad del bienestar. O estimular fiscalmente los mecanismos de ahorro-previsión para complementar el sistema público de pensiones.

En definitiva, buscar la complicidad de la sociedad civil para fortalecer las políticas de solidaridad que se hacen desde el Estado.

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