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Los primeros acomodos

San Petersburgo y su tricentenario y Evian y su G-8 han sido los primeros escenarios que presentan signos de un esfuerzo colectivo para reacomodar las relaciones entre los partidarios de la guerra y aquellos que se opusieron.

No va ser fácil, se necesitará tiempo y habrá momentos dramáticos, particularmente en el seno de la Unión Europea, para que se recupere la confianza entre todos los actores. En cualquier caso, hemos de reconocer que las formas se han respetado y se han evitado salidas de tono como no hablarse o negarse el saludo. Ya es un avance en los tiempos que corren.

Parece evidente que por el momento quienes ganaron la guerra quieren aplicar hasta el final la idea que 'la historia la escriben los vencedores'. Es su derecho, piensan en la Administración Bush. El más fuerte, el ganador victorioso debe imponer también la explicación de la guerra de Irak.

Estamos en el momento de la realpolitik. Paul Wolfowitz, el subsecretario de Defensa, está actuando de avanzadilla cuando nos ha dicho con todo el desparpajo del mundo que la gran excusa de las armas de destrucción masiva era una justificación burocrática, que la guerra se justificaba, en realidad, 'porque Irak se encuentra sobre un mar de petróleo'.

Es decir, el ganador puede mentir, construir una guerra sobre la mentira, pero lo que importa es que ahora controla el petróleo iraquí que es lo que realmente el lobby petrolero norteamericano deseaba.

æpermil;ste era el diseño del Pentágono. Las armas de destrucción masiva y la conexión con el terrorismo internacional eran la excusa que movilizaría las conciencias democráticas del mundo, los objetivos eran los que el subsecretario Wolfowitz nos acaba de descubrir. Nos lo imaginábamos.

El mensaje al resto del mundo es el que es, aunque sea tremendo. Esta Administración norteamericana no se va a parar en barreras para imponer al mundo su visión de lo que se entiende en Washington como el nuevo orden internacional. Su diseño se va a aplicar cueste lo que cueste, al menos, mientras estén en el poder y con una segura reelección, según ellos, teniendo en cuenta el deteriorado Partido Demócrata.

Esta situación parece que ha sido entendida por los que se opusieron a la guerra y en una primera fase se han dedicado a salvar sus intereses más concretos. Los contratos anteriores a la caída de Sadam Husein serán respetados y la deuda contraída será objeto de una renegociación con el nuevo Gobierno iraquí. Es decir, no se va a producir el castigo anunciado contra los perdedores. Habrá enfriamiento en las formas pero no parece que se vaya más lejos. En cuanto al futuro político de Irak, se ha dejado todo en las manos de EE UU, que deberá hacer frente a una situación interna sumamente complicada.

Los perdedores piensan que a medida que transcurra el tiempo el Gobierno norteamericano comprenderá que se ha metido en un avispero del que será muy difícil salir y que puede complicar la próxima campaña electoral norteamericana.

El telón de fondo de la economía internacional también ha ayudado a este primer intento de acomodar intereses. El mundo no está para bromas. La zona euro tiene un crecimiento preocupante, Japón no termina de respirar, China depende de cómo solucione sus problemas sanitarios y la economía norteamericana suele ser un factor determinante para definir la reelección o no de los presidentes. Es decir, todos, los que ganaron y los que perdieron la guerra comparten el interés común de que el deterioro de la economía internacional no vaya a mayores.

En fin, ya sabemos que el día que nos cuenten que Irán es un nido de terroristas y un peligro nuclear probablemente no sea del todo cierto e incluso mentira. Pero da igual, ya nos dirá Wolfowitz en sus memorias que tenían petróleo y gas…

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