Greenspan no tiene estrategia de juego
Los comentaristas de fútbol suelen valorar positivamente al equipo que ha contado con mayor tiempo de posesión del balón o que ha tenido más ocasiones de tiros a puerta. Y ello aunque el marcador haya ofrecido un resultado pobre de un empate a cero. Si la efectividad es lo que cuenta, de poco vale lo no aprovechado. Esta reflexión surge debido a la comparación que se hace habitualmente de la actuación de la Reserva Federal estadounidense y del BCE.
La crítica hacia el BCE se compara con los persistentes elogios, o al menos falta de crítica, a la Reserva Federal. El resultado, sin embargo, es igual de malo o, más bien, mucho peor en Estados Unidos. Allí, que se sepa, están abocados a una situación deflacionaria. En Europa el riesgo se sitúa en un horizonte un poco más lejano. O sea, el marcador indica un 0-0. Además, entre los factores atenuantes para el BCE se debería reseñar la juventud del equipo, la escasa tradición y poco entusiasmo del club de aficionados y el hecho de que los jugadores provienen de países con características tan diferentes como las que pueden existir entre Dinamarca y Portugal, por mencionar dos nombres.
En principio parece que la técnica de ambos equipos es diferente: la Reserva Federal es más activa y toma más la iniciativa, mientras que el BCE parece jugar más a la defensiva. De esta forma las críticas al BCE se centran en que parece perder oportunidades en el crecimiento al fijarse de forma demasiado estricta sólo en la evolución de la inflación.
Sin embargo, a la Reserva Federal se le puede señalar que su actuación no ha sido simétrica y que ha sido más proclive a mantener los tipos de interés bajos y estimular el crecimiento que a subirlos, con el riesgo de frenar la economía. La Reserva Federal, como los demás bancos centrales, tiene como objetivo prioritario la estabilidad de los precios, aunque se le añaden la promoción del crecimiento y del empleo. El fallo de la Reserva Federal es que ha intercambiado la prioridad de sus objetivos, ha ignorado los indicadores intermedios y no ha utilizado sus instrumentos como debía. El precedente de la situación de Japón hace injustificable esta actuación del banco central norteamericano.
Revisando los comentarios de la política monetaria en 1998 y 1999, es curioso ver cómo se valoraba de forma extremadamente positiva la actuación de los bancos centrales reduciendo la inflación. Pero entonces ya se advertía de los excesos en los precios de los activos (valores y propiedades) y se señalaba que la política monetaria americana era demasiado laxa.
La defensa de Greenspan se centró en la dificultad de identificar las burbujas especulativas y el riesgo de causar deflación si una subida de tipos las pinchaba. El resultado ha sido la misma deflación, habiendo permitido una mayor acumulación de deuda de las familias y empresas, que ahora puede anular cualquier intento de estímulo. En la segunda mitad de los noventa se discutía la conveniencia de sustituir el objetivo monetario por el control directo de la inflación. Pues bien, ni uno ni otro fue convenientemente analizado y empleado por la Reserva.
La M3 creció en 1998-1999 a una media del 9%, el ritmo más rápido desde los ochenta, y en términos reales, más rápido que en ninguna ocasión desde los setenta.
La bondad de los objetivos directos de inflación para conducir la política monetaria se debe a que proporcionan un ancla comprensible para el público y a que permiten a los bancos centrales utilizar toda la información disponible. El inconveniente es que se precisan escenarios de previsión de inflación de alrededor de dos años. Es evidente que la Reserva Federal no hizo correctamente sus deberes. El presidente de la Reserva ha hecho recientemente diversas declaraciones. Su descripción de la situación económica y de las posibilidades de su actuación es decepcionante. Alan Greenspan reconoce que existe cierta probabilidad de deflación en los próximos trimestres y señala que las condiciones monetarias y financieras son acomodaticias para el crecimiento. æpermil;ste podría afianzarse una vez que se aclaren las incertidumbres geopolíticas y se reduzca el precio del petróleo y del gas.
Además, lo que parece irónico, considera que el consumo puede activarse por los efectos riqueza acumulados en el valor de sus propiedades. La solución, como se solía decir, está en 'mirar a todas partes', pero ahora para ver si alguien tiene la clave. Hay veces que se sustituye a los entrenadores tras un cúmulo de malos resultados.