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Columna
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Resaca electoral

Ha llegado el día de la resaca electoral y de los sesudos análisis sobre el veredicto de las urnas. Quizá sea un poco prematuro aventurarse a realizar extrapolaciones a otros procesos electorales futuros . O querer ver en los resultados tendencias de voto que vaticinen el desenlace de las generales de marzo del año próximo. El comportamiento electoral es sumamente complejo y su movimiento sinuoso y caprichoso, máxime cuando entremezclamos municipales y autonómicas. Cada elección tiene su propia autonomía, esta es la primera lección.

Otra cosa es lo que los partidos quieran hacer o decir, o los súbitos aliados electorales que puedan encontrar. Y este es el caso del partido socialista, que ha suplido la falta de ideas con el recurso fácil a la demagogia. Que esconde su falta de proyecto nacional tras las bambalinas de los comicios locales y autonómicos. Siempre he pensado que el PSOE de Zapatero no representa una alternativa sólida y creíble para la sociedad española. Si uno ha seguido mínimamente la campaña socialista habrá podido percatarse de que las añejas siglas del partido que fundara Pablo Iglesias y que rigiera los destinos de este país durante más de una década no son una alternativa de Gobierno a nivel nacional. Carece de liderazgo, carece de programa y carece de discurso. Si hay un temporal, me apunto, llámese Prestige o guerra de Irak. Todo vale para erosionar al Gobierno y avanzar hacia la Moncloa. Madrid bien vale una misa, y si cuento con un súbito aliado como el conflicto iraquí o la mayor catástrofe natural que ha asolado la costa gallega, no dejaré de exprimirlo.

Los ciudadanos no han aceptado invitar a Sadam Husein a sus consistorios y no han querido convertir una convocatoria local y autonómica en un plebiscito sobre la política internacional del Gobierno. Los ciudadanos querían propuestas para solucionar sus problemas urbanísticos, para pagar menos impuestos, para garantizar la seguridad ciudadana o para tener mayor calidad de vida. Y se han encontrado con un socialismo obcecado en ganar las elecciones generales, incapaz de formular programas de gobierno para nuestros pueblos y ciudades, o para las comunidades autónomas cuyos gobiernos se elegían ayer. Casi 30 años de plenitud de ejercicio de nuestros derechos políticos nos han convertido en una democracia madura, y los ciudadanos somos muy conscientes de lo que votamos cuando nos llaman a las urnas.

Siempre he pensado que la política es un exigente ejercicio de racionalidad ética y que hay fronteras morales que no pueden violarse. Los electores han censurado el todo vale para derribar al Gobierno que ha practicado el partido socialista, ésta es la segunda lección. Su apego a la pancarta, su condena tardía a actos vandálicos, ha anestesiado su capacidad de ofrecer alternativas creíbles. La ética sacrificada a la estética.

En conclusión, los ciudadanos no han confiado en el proyecto socialista. Esa es la tercera lección que arroja el resacón electoral de ayer, y me temo que es la definitiva.

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