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América Latina

El éxito de Kirchner, en manos de las provincias y del Congreso

La renuncia de Carlos Menem a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales argentinas deja a su contrincante, Néstor Kirchner, como presidente sin haber podido ganar unas elecciones (recordemos que quedó segundo en la primera vuelta, obteniendo sólo el 22% de los votos).

Su más que probable victoria en la segunda vuelta por los márgenes anunciados en las últimas encuestas, que le daban en promedio 30 puntos de ventaja, hubiera sido una importante muestra de poder de cara a las difíciles negociaciones que deberá emprender el nuevo presidente frente al Congreso y las provincias. Ahora Kirchner asumirá el poder sin una evidencia tangible del respaldo popular logrado y dentro de un marco institucional enrarecido por la anormalidad del proceso de investidura.

Los meses posteriores a la asunción presidencial del próximo 25 de mayo serán particularmente difíciles y se constituirán en una prueba de fuego para el nuevo Gobierno. En agosto finaliza el actual miniacuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y sólo días después vencen 2.700 millones de dólares con este organismo. Seguramente, y como ya lo señaló el propio fondo, en esta ocasión se exigirá la puesta en marcha de algunas reformas estructurales críticas antes de firmar un nuevo compromiso.

El FMI exigirá algunas acciones concretas sobre cómo se generará un marco fiscal capaz de servir la deuda pública. De ahí la necesidad de obtener un apoyo por parte de las provincias y del Congreso para lograr una gran reforma fiscal. Por otra parte, queda aún pendiente la resistida renegociación de las tarifas públicas. El clima político, ya de por sí poco proclive para el logro de acuerdos de gobernabilidad, no facilitará tales tareas. La división de fuerzas dentro del justicialismo y la proximidad de las elecciones legislativas de octubre próximo dificultarán aún más la constitución de un bloque monolítico en el Parlamento.

Un nuevo miniacuerdo, que impida la suspensión de pagos con los organismos multilaterales podría llegar, pero es difícil que se logre establecer el necesario marco económico e institucional que reclama el Fondo para lograr un acuerdo a largo plazo. En este contexto, Argentina no será capaz de atraer los capitales externos requeridos para mantener un crecimiento sostenido.

Al margen de las reformas estructurales, algunos aspectos de la política económica que implementará el actual Ministro de Economía, que continuará en el cargo, pueden generar conflictos con el FMI. Por ejemplo, el ministro ha señalado que los acreedores externos deberán soportar una reducción importante, estimada entre el 50% y el 70% del principal, con el fin de lograr que las cuentas fiscales sean sostenibles. Por otra parte, se favorecería el sostenimiento de la reactivación de la industria mediante el mantenimiento de un peso débil, interviniendo en el mercado cambiario, mecanismo que el FMI siempre ha rechazado.

Si bien Kirchner está lejos de ser el candidato ideal, debe resaltarse también que su llegada al poder representa la continuidad dentro de un contexto de fuerte recuperación económica. El ministro de Economía, Roberto Lavagna, se anotó una importante victoria al no ahogar la economía con las draconianas recetas de ajuste que el FMI exigía y ha logrado rescatar a un sistema financiero moribundo, equilibrar las cuentas fiscales y frenar la inflación. De aquí en adelante tendrá que enfrentarse dos nuevos desafíos: la creación de un consenso político y su buena utilización para avanzar en la normalización del marco económico, regulatorio e institucional argentino.

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