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Coaliciones sospechosas

Si José María Aznar insiste en jalear los riesgos para España de la 'coalición Zapatero-Llamazares', como hace en cada mitin, es porque sus sociólogos de cámara le han dicho que va en la dirección correcta. Su estrategia parte de una realidad evidente: Izquierda Unida, superada la etapa de Julio Anguita, es más pragmática que en 1999 y participará con el PSOE en todos aquellos gobiernos municipales y autonómicos donde pueda frenar al PP. Pero también denota una sintomatología expresiva para quien la practica. La experiencia demuestra que el recurso al voto del miedo es el último de quienes ven cercana la derrota. Le pasó a Landelino Lavilla con la UCD poco antes de acceder Felipe González al Gobierno, cuando se preguntaba en los mítines si alguien podía imaginar a un tipo como Alfonso Guerra de vicepresidente. También incurrió en el error el propio González cuando antes de perder las elecciones alertó sin éxito de los peligros de tener a un hombre con el perfil de Aznar en La Moncloa. Los ciudadanos suelen tener un tercer sentido o, sencillamente, no son tontos. Guerra estuvo casi nueve años en la vicepresidencia y Aznar ya lleva cumplidos siete en La Moncloa.

Zapatero es consciente de que la táctica del PP de recurrir al voto del miedo obedece a su necesidad acuciante de movilizar como nunca a su propia parroquia. De ese logro dependen numerosos gobiernos autonómicos y locales, entre ellos los de Madrid. El líder del PSOE no teme, pues, que la foto que Aznar pretende mostrar de él junto a Llamazares le vaya a quitar votos. A fin de cuentas, la gestión municipal de IU goza ya de una larga tradición municipal desde 1979. En ciudades como Córdoba, donde Rosa Aguilar exhibe, incluso, superávit presupuestario, ha alcanzado, además, cierto prestigio.

No puede decirse lo mismo de los ex concejales del Grupo Independiente Liberal (GIL) que el 25 de mayo concurren bajo las siglas del PP, como si se tratara de una franquicia, en numerosos ayuntamientos de la Costa del Sol, entre ellos los de Marbella, La Línea o Estepona. Eso sí que son alianzas para inquietarse, dicen en la casa política de Zapatero, donde también se han desempolvado los largos paseos de Aznar y Anguita por los jardines de La Moncloa o el entusiasmo con el que Xabier Arzalluz flanqueó en 1997 los resistentes muros de Génova, 13, cuando el PNV era partido de fiar y el PP necesitaba de su muleta en Madrid.

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