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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El reto de la ampliación

La Unión Europea afronta uno de sus mayores retos con la ampliación a gran escala que se sellará mañana en Atenas. Diez nuevos socios del Este llegan a un selecto club que tiene como sello de referencia un elevado desarrollo económico, pero que, al mismo tiempo, tiene pendientes importantes reformas estructurales en mercados vitales como el de la energía, las telecomunicaciones y el laboral. La incorporación de estos nuevos socios sacudirá los cimientos de muchas industrias de los Quince, obligándolas a repensar sus procesos y estrategias para seguir siendo competitivas frente a países con mano de obra relativamente cualificada y mucho más barata.

El salario mínimo de los países candidatos es, aproximadamente, la cuarta parte que el de la media comunitaria, y está por debajo del español. Es muy posible que la adhesión traiga consigo la deslocalización de muchas inversiones de compañías multinacionales que optarán por trasladar sus instalaciones productivas a estos países. Y España es uno de los países que se ve amenazado por este proceso.

Desde el Ministerio de Economía se está instando a la industria a que cambie su política para hacer frente a este reto y se están proponiendo recetas muy concretas. La principal: centrarse en la aportación de más valor añadido y dejar de buscar la competitividad por la vía de los bajos salarios. Para ganar cuota de mercado en Europa e, incluso, para no perderla, la industria española debe potenciar la innovación. Y no basta sólo con exportar a los nuevos socios, sino que además es necesario impulsar la inversión directa en esta región.

El tiempo es oro y las empresas españolas ya están en desventaja frente a las de países como Alemania, Francia e Italia. Deben multiplicarse, pues, los esfuerzos tanto por parte del Gobierno como de las propias industrias. En un entorno globalizado, llegar tarde supone muchas veces desaparecer del centro de toma de decisiones y quedar relegado a potencia de segundo orden. Y éste es un lujo que España no puede permitirse. El Ejecutivo debe reforzar su esfuerzo en materia de promoción de las inversiones tecnológicas. Los discursos políticos van en esta línea desde hace tiempo, pero los efectos siguen sin notarse en la economía real. España está en el furgón de cola de la Unión Europea en materia de inversión en I+D, lo que genera una gran inquietud.

El reto de la ampliación es doble en el caso español, ya que a partir de 2006 buena parte de los fondos estructurales que se reciben hasta ahora irán a los nuevos socios del Este. El umbral de pobreza se traslada y España corre el riesgo de quedarse en una posición intermedia harto complicada. Ni lo suficientemente pobre como para recibir ayudas de la UE, ni lo suficientemente rica como para formar parte de su núcleo duro. Francia y Alemania están en ese lugar de privilegio, a pesar de que sus economías no marchan bien. España aún tiene que ganarse un puesto en la élite.

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