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Tribuna
Columna
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Querido señor Blix

Las últimas declaraciones conocidas del jefe de los inspectores de Naciones Unidas, el sueco Hans Blix, nos han revelado lo que todos imaginábamos. El progreso de los inspectores en sus trabajos para conseguir el desarme del régimen iraquí inquietaba fuertemente al Gobierno estadounidense, que podía perder la oportunidad de hacer la guerra que ya habían decidido algunos meses antes.

Hay que reconocer la valentía de este veterano diplomático. Resistió a las presiones del Gobierno norteamericano, que fueron muchas y al más alto nivel. Blix con su trabajo profesional nos dio la esperanza de que la guerra que acaba de concluir se podía haber evitado. Pero no fue posible porque esta guerra era necesaria para EE UU.

Como nos ha sugerido el propio Blix en sus declaraciones a El País, el 11-S necesitaba una respuesta del país más poderoso del planeta: organizar una guerra victoriosa. La nueva concepción de su seguridad nacional exigía que EE UU diera un escarmiento que fuera tan impresionante que ya nadie dudaría de su voluntad y determinación para aplastar todo aquello que de una forma u otra pudiera significar un riesgo o amenaza para sus intereses.

Ya está hecho y la demostración ha sido concluyente. La colosal maquinaria de guerra de EE UU es capaz de llevar la 'conmoción y el pavor' a cualquier parte del mundo. La primera guerra preventiva del siglo XXI ha sido un éxito. A partir de ahora se puede aplicar urbi et orbi. Nadie puede impedir que se repita allí donde EE UU lo estime necesario. Nos lo dijo muy claro el presidente Bush: 'EE UU no tiene que pedir permiso a nadie para defenderse'.

A partir de ahora, la guerra vuelve a ser un derecho del más fuerte sobre cualquier vecino que sea, de preferencia, más débil. El viejo ius ad bellum. Volvemos a la Edad Media, pero con armas mucho mas destructivas y pavorosas.

Mi querido señor Blix, comprendo que no era posible darle a usted 'algunos meses más'. Imagínese que lo hubiera conseguido y este maldito Sadam Husein hubiese colaborado hasta el final. Hubiera sido un triunfo de las Naciones Unidas que hoy serían más fuertes y respetadas. Pero ya sabe que la segunda Resolución era sólo 'conveniente, pero no necesaria'. Es decir, que, si el resto de los miembros del Consejo de Seguridad se avenían y aceptaban lo que quería EE UU entonces todos encantados con ir a la guerra. Al contrario, si el Consejo de Seguridad se resistía, como fue el caso, pues entonces usted y el trabajo de sus inspectores no serviría para nada. Esto fue lo que se se decidió en la cumbre de las Azores.

Efectivamente, el problema fundamental no era el desarme de unas armas de destrucción masiva que no han aparecido por ninguna parte. Tampoco los temibles misiles del ejercito iraquí, que a lo largo de la guerra han demostrado que eran pura cacharrería comparado con lo que tenían enfrente. No creo que a ningún historiador serio se le ocurra confirmar la teoría tan querida por mi presidente del Gobierno, señor Aznar, de que el régimen iraquí era un riesgo inminente y una amenaza real para la seguridad del mundo.

El régimen de Sadam Husein era la reliquia canalla de un producto que Occidente utilizó en beneficio propio para hacer frente a la revolución fundamentalista que terminó con el sah de Persia. Había que parar al imán Jomeini y se le entregó al régimen iraquí un buen arsenal de armas químicas y bacteriológicas. Entonces servía para todo. El objetivo era vengar el asalto a la embajada norteamericana en Teherán y hacerle pagar la toma de rehenes a través de una guerra de usura. Sadam Husein hizo el trabajo que se pretendía. Era lo que se llamaba un 'tirano utilitario'.

Tiranos utilitarios lo ha habido y los habrá. A los que sirvan se les dejará tranquilos. Aquellos que no sirvan y además se revuelvan contra sus mentores ya sabemos que terminarán muy mal. Acuérdate, querido señor Blix, de lo que ocurrió con el general Noriega en Panamá. Mientras traficaba con la cocaína y no ponía problemas al buen desarrollo del acuerdo Carter-Torrijos podía seguir con sus negocios con el cartel de Medellín. Pero un día se le ocurrió ir más deprisa de lo necesario, amenazó con quedarse con la Administración del Canal de Panamá antes de tiempo y se convirtió en un peligroso traficante de drogas que hoy purga sus penas en una cárcel norteamericana.

Terminar con los tiranos es una cosa buena. Pero sería mejor hacerlo entre todos reforzando el Tribunal Penal Internacional y las leyes internacionales. También sería bueno profundizar en el control y verificación de las armas de destrucción masiva, sobre todo las nucleares. Pero todo esto sería mejor hacerlo a través de muchos Blix como usted que organizando guerras aquí y allá.

Querido señor Blix, tengo la impresión de que usted es también lo que ahora se llama despectivamente un pacifista. En estas condiciones se puede imaginar fácilmente que su trabajo y sus esfuerzos inquietaran de verdad a quienes habían decidido hacer su guerra. La guerra que necesitaban. No se apure por su fracaso. Los sentimientos y las emociones también cuentan y somos muchos quienes le admiramos.

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