A tiempo para la campaña de 2004
Un manto de patriotismo en estos tiempos de guerra cubre al presidente George Bush contra toda crítica y le provee de un amplio apoyo popular por parte de una ciudadanía que no está sabiendo de las víctimas civiles de esta contienda. Uno de los candidatos demócratas, John Kerry, ha sido censurado ferozmente esta semana por el partido republicano por decir que la alineación internacional de EE UU a causa de la guerra sólo puede ser anulada con un nuevo presidente. 'No sólo necesitamos un cambio de régimen en Irak, también en EE UU', dijo. Kerry, un veterano de Vietnam que no tiene intención de desdecirse, pero que ha tenido que aclarar que no ha querido ser irrespetuoso.
Pero para cuando las tropas estén seguras cederá ese cierre de filas y Bush se va a encontrar al descubierto casi de lleno en la campaña para las presidenciales de 2004 y con muchos retos por delante. Notable esfuerzo va a ser la reconstrucción en Irak, la aplicación de su peculiar tesis de democratización en Oriente Próximo, la aplicación del 'mapa de ruta' para israelíes y palestinos y sobre todo esa gran piedra en el camino que es la economía. El gran fallo de su padre.
Y el problema es que el presidente ha tenido que tolerar algunas derrotas en el Congreso, cuyo perfil informativo ha sido rebajado por la guerra. Entre ellas, el Senado le ha negado de momento la apertura a la exploración y explotación petrolífera del refugio de vida salvaje de Alaska, se le ha echado atrás la iniciativa que promovía que fueran las organizaciones religiosas las que gestionarán una parte del presupuesto social y sobre todo esta misma cámara le ha rebajado a la mitad los recortes presupuestarios que son el Plan A de Bush para dinamizar la débil economía. El problema del presidente es que la recurrente maniobra de repartir las culpas entre sus opositores demócratas es más complicado desde que los republicanos dominan el Congreso.
Con ser la guerra importante y también la reconstrucción de Irak (y la derivada que tomen las serias diferencias entre el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y el de Estado, Colin Powell) Bush sabe que los votantes van a ser muy sensibles a la cuestión económica y de momento lo que también sabe es que cae la confianza presente y futura de los consumidores y que como se hacía notar desde Merril Lynch son más los datos malos que los buenos en los últimos meses. John Snow, secretario del Tesoro, admitía esta semana: 'El problema no es la preocupación con Irak. El problema es la debilidad de la economía'. Una segunda recesión complicaría unos planes que pasan porque, al menos, en el segundo trimestre de 2004 se empiecen a crear empleos y se evidencie el buen resultado de los planes económicos del que entonces será más candidato que presidente. Con lo que Bush no debe contar es con que el fin de la guerra traiga una automática recuperación.
La noticia positiva para el presidente es que parte con ventaja, ya que con la excepción de Howard Dean y Kerry, el partido demócrata está durmiente y las victorias legislativas (la rebaja de los recortes de impuestos) estaban descontadas desde antes de que el manto de las barras y las estrellas protegieran a la Casa Blanca.