Responsabilidad compartida, una relación transatlántica renovada
El mundo ha cambiado. La guerra fría ha terminado, y con ella la amenaza externa visible que unió Europa y Estados Unidos y proporcionó la misión primera de la OTAN. Ahora nos enfrentamos con las amenazas nuevas y menos visibles de las organizaciones terroristas mundiales y la proliferación de armas de destrucción masiva en manos de déspotas.
Europa ha cambiado en muchos sentidos muy buenos. La Comunidad Europea, ahora la Unión, ha contribuido a casi 50 años de paz en los países cuyos conflictos pasados provocaron dos guerras mundiales. La Unión Europea (UE) se ha hecho más profunda a través del mercado único, la adopción de una única moneda en la mayoría de la UE y la apertura de las fronteras interiores a la libre circulación de personas.
Los europeos gozan de más prosperidad que nunca. Nos alegramos por esta prosperidad de la que participamos. Y reconocemos que en Bruselas puede ser frustrante ver que pocos estadounidenses se dan cuenta de lo mucho que ha logrado Europa.
Estados Unidos quiere conservar su relación con la UE, aunque hay que reconocer que no siempre es el mejor de los socios para la Unión Lo más preocupante ha sido ver cómo líderes europeos y funcionarios de la Comisión reprendían a sus socios por estar de acuerdo con Bush La riqueza y el poder conllevan grandes responsabilidades. No se puede dejar que las divisiones aumenten entre ambos lados del Atlántico
La Unión Europea también se está haciendo más amplia. Se espera que 10 nuevos miembros se unan pronto a ella. Su expansión está contribuyendo en gran medida a fomentar la democracia y la economía de mercado.
Nos alegramos por el progreso en la construcción de Europa. Por supuesto, esto no quiere decir que la evolución de Europa es siempre fácil para nosotros, especialmente en el ámbito de la política exterior. Seamos sinceros: Estados Unidos quiere conservar su relación con la UE, y reconocemos, por lo menos cuando somos imparciales, que Estados Unidos no siempre es el mejor de los socios para la UE.
En muchos asuntos hemos trabajado juntos de manera eficaz. Durante los últimos 18 meses, la Unión Europea y Estados Unidos han estado coordinando las fuerzas de la coalición mundial para apoyar la reconstrucción nacional de Afganistán. Una cooperación similar ha sido crucial para llevar la paz y la estabilidad a los Balcanes.
A pesar de las diferencias en las instituciones, hemos forjado una sólida alianza contra el terrorismo, especialmente en lo relacionado con las medidas para proteger del terrorismo nuestros sistemas de transporte y para privar a los terroristas de la financiación que necesitan para organizar nuevos atentados.
El 14 de marzo, el presidente volvió a afirmar el compromiso de Estados Unidos con el roadmap de Oriente Próximo, otro ejemplo de nuestra estrecha cooperación, sobre la que queremos construir en los próximos meses.
En otros tiempos, pareció que algunas iniciativas europeas en política exterior tenían como primer objetivo diferenciar a Europa de Estados Unidos. Entendemos que Irak ha sido un caso difícil para la Unión Europea a la luz de los puntos de vista que se han defendido con firmeza, tanto a favor como en contra de una acción militar contra Sadam.
Pero, en cierto sentido, lo más preocupante ha sido ver que algunos líderes de Estados miembros y funcionarios de la Comisión reprendían a otros países de la UE y a candidatos a la adhesión simplemente por estar de acuerdo con Estados Unidos sobre Irak, como si eso fuera por alguna razón 'poco europeo'.
Al final, hemos ido a la guerra, a disgusto y con humildad. Estamos orgullosos de los hombres y las mujeres militares estadounidenses y británicos que se encuentran combatiendo. Rezamos por su seguridad y por las madres, los padres, las mujeres, los maridos, las hijas y los hijos que esperan que regresen sanos y salvos. Perseveraremos hasta haber cumplido la misión. Pero no sólo tenemos fe en la fuerza militar.
Creemos en el poder de los valores democráticos, las oportunidades económicas y la cooperación internacional. Cuando es posible, utilizamos estos medios para alcanzar nuestros objetivos.
La compasión de los estadounidenses, manifiesta ya en la extraordinaria preocupación que se está mostrando por evitar las víctimas iraquíes civiles, será todavía más evidente cuando el combate haya terminado y comencemos la tarea de ayudar a los iraquíes a reformar su país.
Desde el 11-S, los estadounidenses han entendido la amenaza del terrorismo mundial de una forma nueva. En el 11-S perdieron la vida más estadounidenses que en Pearl Harbor. Mi Gobierno es extremadamente consciente de que los terroristas están tratando de conseguir armas de destrucción masiva. Y todos nosotros debemos reconocer, triste pero sinceramente, que los esfuerzos internacionales para mantener esas armas fuera del alcance de líderes temerarios han resultado inútiles.
Tratándose de Irak, descartar nuestra fuerza militar habría alentado a Sadam Husein, y a otros como él. Habría hecho el mundo más peligroso, no más seguro. El reto consistía y consiste en desarmar a Sadam Husein de sus armas de destrucción masiva, no en contener a Estados Unidos.
Reconocemos y respetamos que muchas personas serias en Europa vean este asunto de forma diferente. Pero no podemos permitirnos el lujo de dejar que diferencias así nos distraigan o nos retrasen a la hora de abordar juntos las enormes responsabilidades que estamos llamados a asumir.
Nueva agenda. La alianza transatlántica actual fue una respuesta iluminadora al negro panorama que siguió a la II Guerra Mundial. De manera similar, el mundo posterior al 11 de septiembre nos ofrece una nueva serie de peligros y dificultades. En lugar de maldecir la oscuridad, Estados Unidos y Europa deberían procurar encender lámparas de esperanza por medio de la cooperación. Permítanme sugerir ocho áreas para esa cooperación.
En primer lugar, Estados Unidos y la Unión Europea han cooperado con éxito en los Balcanes y deben continuar haciéndolo para asegurar que el mensaje es uno y el mismo, y las acciones son complementarias. Estados Unidos y la Unión Europea comparten los mismos objetivos para los Balcanes, incluyendo el posible ingreso en la Unión de muchas de sus naciones.
En segundo lugar, todavía queda trabajo por hacer en Afganistán. En este ámbito, el trabajo en equipo entre Estados Unidos, la UE y la ONU ha sido ejemplar. Los acuerdos de Bonn prestaron un marco político para avanzar. El proceso de recaudación de fondos y de coordinación de los donantes comenzado en Washington, Bruselas y Tokio movilizó a la comunidad internacional en apoyo del Gobierno del presidente Karzai.
Gracias a nuestros esfuerzos conjuntos, los terroristas han sido expulsados de Afganistán. Millones de niñas y niños han vuelto al colegio. Los refugiados regresan en masa a sus hogares. Se están limpiando los campos de minas terrestres, los cultivos crecen y se construyen carreteras. Las fuerzas de los Países Bajos y de Alemania dan seguridad al pueblo a través de la fuerza internacional de asistencia en materia de seguridad. Los Gobiernos de Europa y de Estados Unidos están colaborando para entrenar a un Ejército y a un cuerpo de policía nacionales.
Por primera vez en decenios, el pueblo de Afganistán tiene esperanza. Ahora debemos asegurar que se satisfacen las necesidades presupuestarias recurrentes del Gobierno durante el próximo año, que será clave para la reforma política y económica.
En tercer lugar, debemos trabajar juntos para fomentar la ayuda y la recuperación en Irak. Estados Unidos quiere colaborar con la UE y con otros como socios. La ONU tiene un importante papel. Esperamos sinceramente que los europeos se unan para colaborar con Estados Unidos en el desarrollo de un Irak estable y pacífico después de Sadam.
Hay que recordar que el propósito de los esfuerzos de ayuda y recuperación será ayudar al pueblo iraquí, que tanto ha sufrido, a rehacer su país. No se trata principalmente de reparar los daños de la actual campaña militar, que se está llevando a cabo con gran moderación. La destrucción que trataremos de reparar es el resultado de 20 años de Gobierno opresor. La miseria y la indigencia actuales del pueblo son consecuencia del uso indebido de la riqueza petrolífera de Irak por parte de Sadam Husein, de su terrorismo contra su propio pueblo, de su incesante búsqueda de armas de destrucción masiva y de sus guerras contra los vecinos de Irak.
En cuarto lugar, tenemos que acelerar la búsqueda de la paz entre palestinos e israelíes. Estados Unidos y la UE, trabajando conjuntamente en el cuarteto con el secretario general de la ONU, Kofi Annan, y Rusia, han hecho grandes progresos para volver a encarrilar el proceso de paz. Juntos hemos avanzado para mejorar el flujo de recursos hacia mandatarios palestinos responsables, con el fin de aliviar la desolación social y económica.
En quinto lugar, hemos de redoblar nuestros esfuerzos para combatir el terrorismo. La comunidad internacional ha realizado grandes progresos en la reducción del flujo de fondos hacia los terroristas.
Sin embargo, sabemos que la amenaza sigue siendo real, especialmente para el transporte internacional. Por tanto, debemos poner en práctica, de manera enérgica, una cooperación que impida que los terroristas y los cargamentos peligrosos lleguen a nuestros puertos de entrada.
En sexto lugar, tenemos que tomar medidas más fuertes para poner fin a la proliferación de armas de destrucción masiva. En lugar de disminuir, el problema de la proliferación se está agravando. No sólo algunos Estados están intentando adquirir armas con capacidad para destruir de forma masiva, sino que ahora existe la amenaza real de que éstas puedan llegar a manos de terroristas.
La globalización ha venido acompañada de crecientes intercambios transfronterizos de bienes y de información. Estados Unidos y la Unión Europea deben desarrollar formas prácticas y eficaces de poner fin a la proliferación e impedir la adquisición de armas de destrucción masiva por parte de terroristas.
En séptimo lugar, hay que activar las negociaciones comerciales a escala mundial. Al acercarnos al ecuador de la Ronda de Doha, los países en desarrollo están empezando a preguntarse si habrá beneficios reales de desarrollo para ellos. La cooperación entre Europa y Estados Unidos ha sido clave para iniciar las conversaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Ahora tenemos la obligación de reforzar la OMC llevando las negociaciones a una conclusión feliz.
En octavo lugar, debemos mejorar la cooperación para apoyar el progreso en los países en desarrollo. EE UU está comprometido con ello, y el presidente Bush ha pedido al Congreso la creación de una nueva cuenta del reto del milenio.
Además, el presidente Bush ha establecido nuevos programas y financiación adicional para apoyar el liderato tradicional de Estados Unidos en la lucha contra el hambre en el mundo. Queremos ayudar a crear lo que el secretario general Kofi Annan ha llamado una segunda revolución verde, que beneficie a los agricultores y a las familias africanos. Instamos a la Unión Europea a ser un socio pleno en este empeño.
Europa y Estados Unidos compartimos mucho. Tenemos una historia común. Compartimos el compromiso con los derechos humanos, las instituciones democráticas, la justicia social y las oportunidades económicas. Ambos disfrutamos de una enorme riqueza, que ha sido posible gracias a las incomparables relaciones comerciales y de inversión que existen entre nosotros. Ambos tenemos el poder de influir en los acontecimientos y nuestra fuerza se multiplica cuando trabajamos de manera conjunta.
La riqueza y el poder conllevan grandes responsabilidades. No podemos dejar que las divisiones aumenten o que nos aparten de esas responsabilidades. Hemos de utilizar nuestros recursos para llevar luz y esperanza a los pueblos de todo el mundo que han sufrido por los conflictos y la opresión. Debemos proteger a nuestros propios pueblos del terrorismo y de las armas de destrucción masiva. æpermil;ste es un camino que está de acuerdo con nuestros intereses y con nuestros valores, y que nos permitirá construir una alianza atlántica todavía más fuerte.