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Tribuna
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Censura desde la calle

José María Zufiaur califica de injustificada e inmoral la guerra de EE UU contra Irak. Sin embargo, y frente a la corriente común, el autor asegura que el conflicto puede tener efectos positivos inesperados para la ONU, la OTAN y la UE

Dice la sabiduría popular que no hay mal que por bien no venga. La historia humana nos enseña, en efecto, que la vida se renueva a cada instante y que después de cada tragedia se abren nuevas maneras de seguir viviendo. Esta guerra americana injustificada (que, como ha quedado en evidencia, nada tiene que ver con la lucha contra el terrorismo, que no responde a ninguna amenaza inmediata contra la seguridad mundial, que no cuenta con el respaldo de la legalidad internacional y que se hace contra la opinión pública de la mayoría de los países democráticos), inmoral (ya que era evitable, que utiliza raseros diferentes según cuál sea el país que detenta armas de destrucción masiva, que se hace en nombre del incumplimiento, por parte de Irak, de resoluciones de la ONU mientras que a otros países, como Israel, que también las incumplen sistemáticamente, se les trata con indulgencia infinita, que tiene por objeto el dominio de un solo país, EE UU, en el mundo, que va a implicar enormes daños para la población civil), ineficaz (pues es muy probable que acreciente los riesgos que nominalmente dice querer evitar: tratando de imponer la razón por las armas, se corre el riesgo de producir más odio y más desestabilización, más fanatismo terrorista; además, este tipo de guerra preventiva puede acelerar -para tratar de disuadir nuevas imposiciones de la pax americana- en otros países, como Irán o Corea del Norte, la proliferación de armas de destrucción masiva); decía que esta guerra americana también puede producir algunos efectos positivos inesperados.

Incluso para las que parecen ser las primeras víctimas institucionales de esta guerra: la ONU, la OTAN, la Unión Europea. Para la ONU, que estuvo condenada a la impotencia durante la guerra fría y que en el último decenio sólo ha tomado importancia en la medida en que respaldaba los planes de EE UU, la pretensión de éstos de ser 'el centro del orden internacional' (en expresión del ideólogo de esta nueva estrategia imperial, Robert Kagan) puede ser la oportunidad para su democratización y renovación y para contrapesar, mediante ella, la hegemonía americana.

Para la OTAN, nacida para protegernos de un peligro soviético hoy inexistente y en cuyo seno, como se ha puesto de manifiesto con la invasión de Irak, no hay una idea homogénea de cuáles son actualmente las amenazas a las que una organización de ese tipo puede hacer frente y qué medios son los más adecuados para responder a esos nuevos riesgos.

El efecto político más importante de esta guerra anunciada ha sido la emergencia de una opinión pública europea y, en menor medida, mundial

Para la UE -siempre dividida entre sus dos almas, una librecambista, otra federalista, y en vísperas de una ampliación que no sabe muy bien cómo afrontar- el diseño de un orden mundial unilateral ha provocado la reacción de Alemania y Francia, que pueden constituirse en el núcleo duro de una Europa más completa (monetaria pero también política, social, económica, tecnológica, industrial, diplomática, militar) y más dueña de sí misma.

También en nuestro país. La inexplicable -todo lo irracional es inexplicable y la demolición que el Gobierno del Partido Popular ha hecho de las bases de nuestra política internacional es claramente irracional- implicación de nuestro país en esta guerra, por voluntad del presidente Aznar, no ha dejado de tener, asimismo, efectos colaterales imprevistos. Pocas veces, por ejemplo, tantos españoles de toda condición y opinión nos habíamos manifestado tan unidos. Los que, desde los tiempos de la lucha antifranquista, siempre habíamos estado en minoría política (incluso cuando gobernaban los nuestros) nos hemos sentido inmersos en una mayoría política inmensa, indiscutible. Padres e hijos manifestándonos juntos, coreando los mismos eslóganes, compartiendo ¡o milagro! un mismo análisis y objetivo político. Los agnósticos recurriendo al Papa como voz de autoridad, El País y El Mundo editorializando de forma intercambiable, los artistas y los estudiantes de nuevo en la primera línea de protesta... Usted ha conseguido que algo cambie en este país, señor Aznar.

Pero el efecto político más importante de esta guerra anunciada ha sido, como se ha destacado, la emergencia de una opinión pública europea y, en menor medida, mundial. Impulsada por la creciente conciencia de vivir todos en el mismo mundo. Iniciada su andadura por la movilización de las organizaciones que han venido oponiéndose a la mundialización liberal. Aglutinada por la exhibición de matonismo político e integrismo ideológico del señor Bush y compañía...

Puede ser que estemos, tras años de desconcierto de la izquierda y de hegemonía del pensamiento único (más mercado y menos política, más empresa y menos sindicato, apropiación privada del Estado), ante el renacer de la política. Y, sobre todo, de los valores. Norberto Bobbio dijo que 'todo es política, pero la política no lo es todo'. Por encima de ella está la ética. La rebelión de la ciudadanía (y, de nuevo, de los jóvenes: contra el decretazo, contra la gestión de la catástrofe del Prestige, contra la invasión de Irak) es, ante todo, una reacción ética. Porque, de nuevo, la política está pasando a ser la defensa de lo más elemental: la vida, la paz, la defensa del planeta, el derecho frente a la arbitrariedad, los derechos humanos, la dignidad del trabajo, la democracia.

La globalización exige de la política la defensa de las cuestiones fundamentales. Y un nuevo compromiso político. Porque, como dice el personaje principal de la película El americano impasible, 'tarde o temprano, tenemos que tomar partido si queremos seguir siendo humanos'.

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