Vilarasau deja hoy la presidencia de La Caixa tras 27 años como máximo ejecutivo
Amí, irme no me gusta', reconocía en enero, resignado ante la evidencia de que son intereses políticos, plasmados en un extraño pacto entre el PP y CiU en la Ley Financiera, los que fuerzan su salida. Y sin embargo, se va. Y lo hace antes de acabar su mandato actual, después de 27 años al frente de La Caixa, 23 como director general y cuatro como presidente.
Aunque se trata de una marcha anunciada, hoy deberá escenificarse formalmente. Se hará en el consejo de administración que celebra la caja catalana, previo a la asamblea ordinaria. Salvo imprevistos, también hoy se nombrará a su sucesor, aunque hace meses que nadie duda de que será Ricardo Fornesa, actual secretario del consejo de la caja, presidente de Aguas de Barcelona, y amigo personal de Vilarasau, quien tomará el relevo.
Aunque mantuvo durante mucho tiempo la incógnita sobre el calendario de su abandono, Josep Vilarasau aseguró en la asamblea extraordinaria de febrero que presentaría su renuncia una vez que la Generalitat aprobara los cambios estatutarios para adaptarse a la Ley Financiera. Entonces, manifestó su voluntad de 'anunciar su dimisión en una reunión del consejo de administración de la que deberá también salir elegido el nuevo presidente'.
Precisamente son estos cambios estatutarios, impulsados por la adaptación a la Ley Financiera, los que obligan a la salida del que ha sido principal artífice de la fuerte expansión de la caja catalana, es reconocido por todos como el personaje más emblemático del sector de cajas de ahorros, y uno de los hombres más influyentes de Cataluña, hasta el punto de que muchos le han considerado el 'otro president'.
Después de muchas discusiones sobre la edad máxima para ser presidente o consejero de una caja, no es su edad, sino el límite de 20 años de permanencia continuada en el consejo, contando el periodo ocupado como director general, lo que de acuerdo con los nuevos estatutos obliga a su marcha. De hecho, Vilarasau tiene 72 años recién cumplidos, sólo uno más que su sustituto, Ricardo Fornesa, quien asumirá la presidencia con 71. Fornesa sólo podrá completar, por tanto, un mandato de cuatro años, ya que también se fija en 75 la edad tope de los consejeros.
Cuatro años que garantizan una transición no traumática en la que Vilarasau seguirá muy vinculado a la caja. Seguirá como consejero hasta finalizar su mandato, es decir hasta que se produzca la renovación del consejo y la asamblea, probablemente en mayo. Además, será presidente del patronato de la Fundación La Caixa que gestiona la obra social. Hasta ahora este cargo era inherente al de la presidencia de la entidad financiera, pero un cambio estatutario favorecerá la nueva responsabilidad de Vilarasau. Y además, el propio Fornesa le propondrá como presidente de honor de la caja, un cargo honorífico que compartirá con su antecesor, Juan Antonio Samaranch.
El poder ejecutivo se mantendrá bajo una dirección bicéfala de la que forma parte Isidre Fainé (director general en lo que se refiere al negocio bancario) y Antoni Brufau (director general de Caixaholding). Ambos son, en palabras de Vilarasau, 'garantía de continuidad, primeras figuras que podrían presidir cualquier banco español'.
En los próximos meses, Vilarasau, que mantendrá la vicepresidencia de Repsol en representación de La Caixa, seguirá trabajando codo con codo con Brufau, como consejero de Repsol, para defender la operación de Gas Natural. Un momento complicado en el que la caja y la petrolera mantienen posiciones encontradas respecto a la opa lanzada por Gas Natural sobre Iberdrola.
Vilarasau fue nombrado director general de La Caixa de Pensiones en 1976. En 1989, tras la fusión con la Caixa de Barcelona, fue confirmado en su cargo, y en 1999, jubilado Juan Antonio Samaranch, pasó a ocupar la presidencia.
La Caixa de Pensiones ya era en 1976 la primera caja de ahorros, pero era la quinta entidad financiera, con unos recursos ajenos de 1.348 millones de euros, una cartera de créditos de 686 millones, 2.500 empleados y 362 oficinas, casi todas en Cataluña y Baleares. Bajo su batuta, La Caixa ha formado un grupo financiero y asegurador de primera magnitud, muy diversificado y con una de las mayores carteras de participaciones empresariales del país (Telefónica, Repsol, Gas Natural, Acesa, Aguas de Barcelona, etc.) y se ha consolidado como el tercer grupo financiero español, con unos recursos de clientes de 105.069 millones, una cartera de créditos de 65.168 millones, 4.550 oficinas y 23.000 empleados.
El sucesor asegura una transición no traumática
El nombramiento de Ricardo Fornesa asegura a la caja catalana una transición sin traumas, a pesar de las espinosas discusiones políticas que han precedido la salida de Vilarasau. No en vano, Fornesa cuenta con el respaldo de CiU, del Partido Socialista Catalán, de los directores generales de la caja, Isidre Fainé y Antoni Brufau, y, sobre todo, del propio Vilarasau, quien le fichó en 1976, cuando acababa de ser nombrado director general de La Caixa. 'Le llamé porque yo estaba solo, éramos amigos del colegio (ambos estudiaron en La Salle Bonavona), Fornesa era el número uno y destacaba por ser muy trabajador y con gran capacidad para tomar decisiones rápidas; ha sido mi hombre de confianza, mi álter ego', declaraba recientemente Vilarasau a un periódico.Esta amistad hará sin duda menos dolorosa la marcha del president, convencido de que la continuidad es la mejor garantía para el futuro de la entidad y de que la caja queda en manos de personas de acreditada eficacia en la gestión.Fornesa une a su contribución a La Caixa sus 24 años de dedicación a la empresa que preside, Aguas de Barcelona (Agbar), transformada desde sus orígenes como empresa mediana de abastecimiento de aguas a un gran grupo de servicios financieros que factura más de 2.500 millones.Aunque ha tratado de permanecer ajeno a los rumores que desde hace tiempo hablan de su nombramiento como presidente de La Caixa, en ocasiones ha dado a entender que en cualquier caso lo compatibilizaría con la presidencia de Agbar. Es también de los hombres a los que no les gusta jubilarse. Las personas que le conocen destacan su 'rapidez intelectual' para tomar decisiones. 'Es como una apisonadora, si no te sientes triturado es por su afabilidad'. Y buenas dosis de este carácter tendrá que desplegar para enfriar las tensiones políticas por el control de la primera caja.