Breve euforia prebélica
Los acontecimientos de ayer pusieron en evidencia que la ventana diplomática se ha cerrado definitivamente y que sólo un milagro de última hora parece capaz de detener el estallido de la guerra contra Irak. Estados Unidos y sus socios, Reino Unido y España, no someterán al Consejo de Seguridad una nueva resolución para legitimar su ataque, ante la convicción no sólo de que será vetada por Francia y Rusia, sino de que ni siquiera tiene visos de contar con mayoría. La única incógnita ahora parece ser el momento exacto en que empezarán a caer las bombas sobre Bagdad. Y los inversores, que llevan meses haciendo cábalas sobre si habrá o no ofensiva bélica, quiénes la secundarán, cuándo se producirá y cuánto durará, respondieron ayer a la noticia impulsando el precio de las acciones.
La guerra cotiza al alza en Wall Street y, por contagio, en el resto de los mercados. Al menos lo hizo ayer. Pero en unos mercados dominados por operadores de futuros que consideran que un plazo de dos días equivale a una eternidad, existen pocas garantías de que la racha no cambiará en cualquier momento.
La excusa para la subida de ayer es que el inicio de un conflicto bélico pone fin a buena parte de la incertidumbre geopolítica que lastra los mercados desde hace meses. Sin embargo, si algo marcó la sesión fue el nerviosismo y la volatilidad extrema de unos mercados, con poco volumen y sin referencias claras. El Ibex, que llegó a perder más de un 3% por la mañana, culminó la jornada con un alza del 2,7% y cerró por encima de la barrera de los 6.000 puntos. Lo mismo ocurrió en otras plazas europeas, que caían hasta un 4% a primera hora y cerraron con un leve repunte.
Los últimos meses se han caracterizado por débiles volúmenes de negocios, lo que deja los índices al pairo de cualquier rumor, bajo el impulso de las tesis más disparatadas, o presos del último avance (real o ficticio) de las negociaciones sobre Irak. Toman posiciones minuto a minuto y a menudo se mueven en manada. Sin inversores finales en el mercado, una estampida alcista o bajista de los operadores de futuros da lugar a sesiones tan volátiles como la de ayer, con diferencias de hasta el 7% entre los picos máximo y mínimo de la jornada. La combinación de una guerra inminente y un mercado en manos de unos pocos hacen que la volatilidad de la Bolsa española esté en su nivel más alto desde 1998.
Los optimistas confían en que la guerra vendrá a poner fin a tanta incertidumbre. Pero muchos inversores saben que el conflicto no hará desaparecer por arte de birlibirloque los problemas que aquejan a las mayores economías del mundo. Desde las crisis fiscales a las rigideces de los mercados (especialmente en Europa). Tampoco se esfumarán los problemas de muchas grandes empresas. Así que el despertar del día siguiente, una vez descontada la euforia inicial, al menos en Bolsa, puede resultar decepcionante.