Congestión en la City
Hoy entra en funcionamiento el más ambicioso proyecto de Ken Livingstone, el alcalde laborista de Londres: la tasa de congestión (congestion charge). Esta tasa gravará con un importe de cinco libras diarias (al cambio, unos ocho euros) a cada vehículo que entre en una amplia zona central de la ciudad de lunes a viernes. El importe que se recaude irá destinado a inversiones en infraestructuras de transporte para la capital.
Las estimaciones de la alcaldía londinense calculan que podría reducirse el tráfico en un 15% y que podrían generarse más de 1.000 millones de libras (unos 1.600 millones de euros) en los primeros 10 años de aplicación de la tasa.
El proyecto es de una gran complejidad técnica: se basa en el estudio constante de las imágenes que envíen cientos de cámaras de televisión instaladas a lo largo del perímetro de la zona central de la ciudad, y en la comprobación informática de las matrículas de cada vehículo para determinar si el propietario ha pagado o no la tasa ese día y si, por otro lado, tiene derecho a alguna de las escasas excepciones que se contemplan (básicamente para los residentes, taxis, vehículos de minusválidos, vehículos de más de 9 plazas, vehículos dotados de propulsión no contaminante y vehículos de emergencia).
Una encuesta reciente indicaba que algo más de dos tercios de los conductores que utilizan a diario el coche para acceder al centro de Londres se mostraban en contra de la medida, y consideraban igualmente que la abolición de la tasa que hoy entra en vigor sería un factor decisivo para inclinar su voto hacia otro candidato en las siguientes elecciones municipales.
Tiendo a pensar que del mismo modo que los londinenses parecen estar dispuestos a aceptar la impopular medida con su famosa disciplina inglesa, los españoles recibiríamos una medida semejante con grandes dosis de picaresca. El uso del tirachinas recobraría en España todo su esplendor. El numero de minusválidos crecería hasta niveles desconocidos desde la guerra civil. Los pirateadores del canal satélite se reciclarían rápidamente hacia la invención de ingeniosos dispositivos para ocultar las matriculas de los coches durante su paso por las cámaras (por las que no hubieran caído abatidas por los tirachinas, claro).
O puede que ocurriera como con la recientemente desaparecida ORA madrileña, que era ignorada por miles de conductores cada día sin mayores consecuencias ante la incapacidad administrativa para gestionar la ingente cantidad de infracciones que se generaba.
Desde mi punto de vista la tasa londinense resulta una barbaridad. La encuentro cara, injusta y muy poco adecuada para una ciudad cuyos sistemas de tren y metro son lentos, viejos y están ya de por sí totalmente saturados.
Sin embargo, creo que todos convenimos en que el trafico en las grandes ciudades requiere soluciones urgentes.
Todos los que pasean por las zonas peatonales de las ciudades aprecian la considerable mejora que supone la ausencia de coches en ellas. Todos los que van en 15 minutos de Nuevos Ministerios al aeropuerto de Barajas en la línea 8 del Metro de Madrid aprecian su calidad y rapidez.
Por eso, incluso aunque la iniciativa londinense no llegara a cuajar y fuera finalmente retirada, al menos habrá supuesto un intento de concienciar a la población de la conveniencia de no usar el coche más que cuando sea estrictamente necesario.
Y quizás, aunque sólo sea por eso, se le debe aplaudir el esfuerzo al señor Livingstone (supongo).