Greenspan tiende la alfombra
Cuentan las crónicas que en cierta ocasión un periodista dijo al presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos que había entendido a la perfección su discurso y que Greenspan le espetó: 'O lo he explicado mal o lo que usted ha entendido no es cierto'.
Horas después de su segunda comparecencia ante la clase política estadounidense, los informes de situación de las principales firmas del mercado aluden a los dos discursos con términos como 'hemos entendido que', 'suponemos que', 'entre líneas leemos que', 'cabe considerar que', 'es posible que'. O lo que es lo mismo, Greenspan ha vuelto a dar una lección magistral de ambigüedad.
Eso sí, por primera vez ha reafirmado una idea que no admite conjeturas. El presidente de la Reserva Federal ha dicho que la guerra penaliza la economía y que ésta saldrá del marasmo cuando acabe. Greenspan se une, de este modo, a la pléyade de mayordomos de Bush, que son incapaces de contestar cualquier decisión, por muy absurda que sea. La Casa Blanca quiere más y ayer emitió un comunicado en el que discrepaba con Greenspan. Y eso que ha sido cauto.
En cualquier caso, Greenspan ha tendido la alfombra para que se coloquen los misiles de la guerra que viene y centrado la atención de los mercados, de este modo, en el conflicto bélico. Por eso ha pasado con celeridad, con la velocidad del rayo, por encima de asuntos como el déficit histórico aprobado por el presidente de Estados Unidos y obviado el endeudamiento pandémico de las familias estadounidenses. Hay otra clave en la perorata de ayer apenas inteligible. Fue cuando se refirió a la fuerte demanda de crédito hipotecario como sostén de la vivienda y ésta como la gran fuerza económica del momento. ¿Hay o no burbuja inmobiliaria? Si es afirmativo, ¿es bueno que la haya? Esto está cada día más confuso.