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Crónica de Manhattan

Un equipo desmembrado

Ahora es Glenn Hubbard. El economista jefe de la Casa Blanca dejará su puesto en primavera. El propio Hubbard, de 44 años, dijo el jueves que la noticia de su salida del equipo (publicada por The Wall Street Journal) era prematura pero no negó la confirmación de un secreto a voces que ganó peso en diciembre, cuando al entonces secretario del Tesoro, Paul O'Neill, y al consejero económico Larry Lindsey, se les indicó el deseo del presidente de que dimitieran.

Hubbard no ha perdido la confianza de la Casa Blanca. Al contrario. El economista jefe está considerado como el arquitecto de la política económica de George Bush y se le ha pedido que permanezca en el cargo, algo que no va a hacer por razones familiares, ya que su mujer y sus dos hijos pequeños viven en Nueva York.

Y es que el Gobierno de Bush tiene motivos para intentar mantener al hasta ahora el pilar mas serio, discutido o no, de un equipo económico que aparece ya inevitablemente desmembrado. La cuestión es que mientras desde la Casa Blanca se defiende en todos los foros posibles un plan de estímulo fiscal, propuesto por el presidente el pasado 7 de enero, la casi totalidad de los responsables económicos están en transición. Poco oportuno durante una crisis que se resiste a abandonar y cuando el plan de Bush se está recibiendo con frialdad.

El presidente sabe que no puede descuidar la economía y la política social. En su discurso sobre el estado de la Unión del próximo martes, la situación económica y la reforma de la atención médica serán, junto a la política exterior, los temas estrella. Pero, a diferencia de lo que ocurre en el flanco exterior, donde hay un equipo profundamente dedicado, el económico no ha cuajado y tiene aún que demostrar que esto vaya a ocurrir.

De momento, el plan económico se ha hecho de espaldas al Departamento del Tesoro cuando O'Neill ocupaba su máxima jefatura y John Snow, llamado a sucederle, se va a limitar a venderlo. Otra de las cosas que chirrían es que la reglamentación de la ley Sarbanes-Oxley para el buen gobierno de las empresas, presentada como la segunda mejora más importante en la política empresarial desde la creación de la SEC, la ha hecho un comité presidido por Harvey Pitt, dimitido el 5 de noviembre de 2002.

No hay más que cabos sueltos. Uno de ellos es la confirmación de Snow, prevista para esta semana por el Senado. Hasta ahora se ha encontrado con varias piedras en el camino. La acusación de conducir, hace 20 años, bajo los efectos del alcohol y un juicio con su mujer por la custodia de sus hijos. Algo más serio que estos asuntos domésticos son los monetarios. El que fuera presidente de la ferroviaria CSX será uno de los miembros más ricos del Gobierno. Sus activos se calculan en 100 millones de dólares, aunque él mismo ha dicho que venderá sus acciones y colocará el dinero en fondos. Financial Times ya calculó que Snow representa el ejemplo de los beneficiarios de la rebaja fiscal de Bush.

Otro de estos cabos son Stephen Friedman, sustituto de Lindsey, y Gregory Mankiw, economista de Harvard, que se dice sustituirá a Hubbard. Friedman pertenece a una asociación, Concord, contraria a los déficit presupuestarios, y Mankiw ha escrito largo y tendido sobre el daño que hacen estos agujeros. En años de recortes fiscales y déficit quien dude de la solidez y unidad del equipo de Rumsfeld, Rice y el más cauto Powell, en estos duros tiempos es porque no conoce el pilar económico.

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