Dos años de campaña electoral
La estrategia es la siguiente: primero se ganan las elecciones presidenciales y durante los cuatro años que dura el mandato se hace una política de campaña para que el candidato en cuestión llegue a la segunda legislatura. En eso está el presidente George Bush, que ha decidido meterse en el bolsillo a unos votantes inicialmente entregados por su labor al frente de una nación en guerra contra el terrorismo. Pero el actual presidente debe a su familia muchas lecciones, entre ellas las de su padre, victorioso en la Guerra del Golfo y perdedor ante Bill Clinton.
Así que Bush se está dedicando estos días a convencer a los estadounidenses de que tiene interés y recetas para sacar al país de una recesión que entrará en marzo en su tercer año. El presidente y sus asesores presentaron la semana pasada un plan de estímulo fiscal cuya pieza central es la eliminación de dividendos. La medida, que es mas costosa para el fisco de lo inicialmente previsto (más de lo que se había previsto para todo el plan) se ha visto acompañada de otras disposiciones de carácter menor, pero que, eso si, llegan a casi 92 millones de americanos. Los más críticos echan en falta planes concretos de creación de empleo y una consideración al creciente déficit presupuestario.
Pero, si Bush está gobernando en campaña, los demócratas no se han quedado atrás a pesar de haber estado perdidos en los últimos años. Y es que lejos de achicarse tras su estrepitosa derrota del 5 de noviembre y tras la renuncia de Al Gore a medirse por segunda vez con Bush, muchos demócratas están convencidos de que harán mejor papel como presidentes que el que hacen como miembros de la oposición. De momento el aún desconocido senador por Carolina del Norte John Edwards y su colega de cámara por Massachusetts, John Kerry, han presentado su candidatura como también lo han hecho el antiguo líder de los republicanos en la Cámara baja, Dick Gephardt, y el gobernador de Vermont, Howard Dean. Faltan por decidirlo Gary Hart, veterano en esta carrera, el reverendo Al Sharpton y, sobre todo, el peso más pesado de todos, el senador Joe Lieberman, quien pese a ser derrotado por el binomio Bush-Cheney en 2000 podría anunciar esta misma semana su disposición a verse liderando esta vez la campaña presidencial.
La lista es larga a pesar de que no incluye a otro presidenciable como el ex líder de la ex mayoría demócrata en el senado Tom Daschle, quien para la sorpresa general anunció esta semana que se dedicaría a otras cosas. Tampoco está el general retirado Wesley Clark que se ha encargado de desmentir rumores en este sentido.
Los demócratas atribuyen esta temprana presentación de candidaturas a la necesidad del partido de plantar cara a un oponente muy popular y a que visto el éxito de su oposición es mejor que algunos se singularicen y hacer que con la campaña contribuyan a la oposición.
Así las cosas es posible que a Bush se le complique la aprobación de su plan económico, ya que la catarata de candidatos dificultará los esfuerzos de aunar los 10 votos demócratas que necesita. Pero el presidente puede aprender de otras historias además de las familiares. Hace 10 años, Clinton presentó un paquete de estímulo a la economía valorado en 231.000 millones y lo defendió como si fuera 'esto o el desastre'. Nunca consiguió ver su plan aprobado, pero la economía enfiló, con dinámica propia, su camino hacia años de opulencia.