Debilidades del automóvil
La industria española del automóvil comprobó ayer cómo se desvanecían sus esperanzas de una recuperación de la demanda en los últimos meses del año. Las matriculaciones volvieron a caer en noviembre, esta vez un 8,7%, lo que trunca la leve recuperación detectada en octubre tras ocho meses de continuos descensos. A falta de un mes para cerrar el año, en España se han vendido 1,21 millones de turismos, un 7,7% menos que en 2001. Es cierto que el ejercicio pasado fue récord por una serie de circunstancias extraordinarias, que incluyen la anticipación al euro y el anuncio del fin de la gasolina súper. En todo caso, el recorte de las ventas de coches ha sido severo porque también lo ha sido el deterioro de la situación económica, en particular el consumo privado por la baja confianza de los consumidores.
La asociación de fabricantes de automóviles, Anfac, prevé cerrar el año 2002 con una caída del 8% y 1,3 millones de coches vendidos. Desde esta organización se insiste en que el dato no es demasiado malo, porque consolida un mercado de un tamaño importante en medio de la incertidumbre sobre la economía. Pero debe tenerse en cuenta que, con tal de mantener altas cifras de venta en unidades, el sector ha reducido drásticamente sus márgenes. Para fabricantes y vendedores el negocio del automóvil está dejando una rentabilidad inferior al 2% de las ventas este año. Según datos de la federación de concesionarios Faconauto, el precio de los automóviles está cayendo un 1,6% en 2002, cifra similar a la de los dos últimos años. Para 2003 se prevé estabilidad de precios, en contra del anuncio de que el nuevo reglamento europeo del sector haría subir los precios netos. Ni la débil demanda ni la fuerte competencia lo permiten.
La mejor noticia ha llegado del lado de la producción. Las fábricas de las 12 marcas instaladas en España ensamblaron entre enero y octubre 1,9 millones de automóviles, sólo un 0,5% menos que el año pasado. Tras los abultados descensos registrados a mitad del ejercicio, en los dos últimos meses la industria española ha recuperado un alto nivel de actividad gracias a los lanzamientos de renovados modelos muy populares como el Mégane de Renault, el Citroën C3, el Ford Fiesta o el Seat Ibiza. España es el tercer productor europeo de automóviles y destina un 80% a la exportación. Gracias a las últimas adjudicaciones, las plantas españolas tienen carga de trabajo para cinco años. Pero los constantes ajustes que emprenden los fabricantes impiden dar nada por ganado. El anuncio por Volkswagen de que parte del Seat Ibiza se montará en Eslovaquia, y no en Martorell (Barcelona), y la decisión de ese grupo de recortar producción del Polo en Landaben (Navarra) revelan la fragilidad de la industria española, periférica en el continente y en abierta competencia con Europa del Este. El atractivo para las multinacionales de la República Checa, Eslovaquia y Polonia no se basa sólo en unos costes más bajos, sino también en generosas ayudas de Estado y la cercanía al gran mercado alemán.
En este contexto de inquietud razonable, el sector del automóvil acaba de abrir el debate sobre su futuro en España en el marco del llamado Libro Blanco que elabora un equipo de expertos. Según lo avanzado, existe el riesgo real de que a medio y largo plazo se cierre alguna de las fábricas existentes en España, porque existe un exceso de capacidad instalada en Europa situado entre el 20% y el 30%. Está asumido que a la hora de decidirse cualquier nueva instalación tienen ventaja los nuevos socios orientales de la UE, así que el reto para España es mantener activas sus actuales fábricas, que han demostrado su eficiencia durante décadas.
Más que costes bajos, lo que las empresas automovilísticas están exigiendo ahora es flexibilidad, porque se intenta acompasar al máximo producción y demanda. España no puede tener ya las fábricas más baratas de Europa, pero sí puede aspirar a tener las mejores en calidad, fiabilidad y versatilidad. La experiencia acumulada, la existencia de un gran mercado local y la presencia de una amplia base de proveedores permiten a España reivindicar un papel relevante en la industria europea del automóvil.