Europa no mueve el tipo
El Banco Central Europeo (BCE) decidió ayer dejar invariables los tipos de interés en el 3,25%, pese a que la víspera la Reserva Federal de Estados Unidos había acordado bajar del 1,75% al 1,25% el precio de referencia del dinero. Todas las Bolsas, las europeas y las estadounidenses, se movieron ayer fuertemente a la baja, lo cual da idea de la confusión en que viven los mercados.
Los analistas coinciden en que la economía estadounidense y la de los principales países europeos, en especial la alemana, no logran superar la incertidumbre y corren un serio peligro de deflación a la japonesa. Ante esta situación, los comportamientos tan dispares de las autoridades monetarias de uno y otro lado del Atlántico reflejan, en primer lugar, ausencia de coordinación que en nada se compadece con las promesas en sentido contrario y que contribuye a alimentar la desconfianza que atenaza a inversores y empresarios.
Aunque Europa dispone de más margen para actuar sobre la política monetaria, el BCE ha optado por una política defensiva, frente a la estrategia de ataque del presidente de la Reserva Federal. Alan Greenspan ha hecho su última apuesta sobre los tipos con la esperanza de que actúe como reactivo de la economía.
No es la primera vez que el presidente de la autoridad monetaria europea, Wim Duisenberg, opta por el catenaccio hasta comprobar si el riesgo de la ofensiva estadounidense obtiene éxito. Desde ese punto de vista, la actitud de prudencia del BCE -aunque Duisenberg la califique de independencia- no es descalificable de antemano, porque el BCE tendrá el próximo 5 de diciembre, a la luz de cómo reaccionen los mercados, la posibilidad de ratificar o rebajar los tipos.
Pero las cosas no deben estar tan claras cuando Duisenberg reconoció ayer, por primera vez, que la medida había sido objeto de un debate en profundidad entre los 18 miembros del consejo de gobernadores del banco. Cada vez son más los que defienden que el recorte de tipos es el único instrumento que queda para impulsar la economía. El BCE, sin embargo, sigue más preocupado por el control de la inflación de la zona euro cuya media en octubre se situó en el 2,2%. La situación es que cinco países medianos o pequeños superan el tope del 2%, entre ellos, España de forma destacada. Los otros siete, incluidos Alemania, Francia e Italia, combinan una sana estabilidad de precios con un persistente bajo crecimiento.
La Comisión Europea confirmó ayer que el crecimiento de la zona euro en el segundo semestre fue del 0,4%. El dilema para el BCE sigue siendo si, para que nadie dude de su independencia ni le acuse de administrar un remedio inadecuado, se refugia en el control de una inflación que no está en peligro o decide rebajar tipos para reactivar la economía. Los argumentos están divididos, pero los países que más necesitan el impulso son los motores de la zona euro.