Una Unión con cuentagotas
Una economía arrastrada, una caótica política exterior, la resistencia a la reforma o a democratizarse: ¿quién se uniría, en estas circunstancias, a la Unión Europea? (...). Enamorarse, iniciar el cortejo, observar cómo el amante se pone nervioso, lanzar la pregunta como siempre se ha hecho y, eventualmente, lograr una respuesta positiva.
æpermil;ste debería ser el tipo de celebraciones para los 10 aplicados países que esta semana han sido informados de que sus largos coqueteos con la UE estarán listos en diciembre.
A cambio, pueden ser perdonados por tener pensamientos secundarios propios. La Unión que están materializando sería más seductora si la organización de la que van a formar parte no estuviera sumida en semejante lío. Lo más llamativo del lío hace referencia al inexacto Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que prohíbe a los diferentes miembros de la eurozona a superar el 3% de déficit público (...).
Una de las implicaciones para la UE es la necesidad de Alemania de impulsar a su popular ministro de Exteriores, Joschka Fischer (...). La mayoría de los europeos han prestado poca atención a la expansión de su club. Ahora, están preocupados por la situación por la que atraviesa el empleo y la inmigración y pueden preocuparse aún más cuando se den cuenta de que llegan miembros con unas economías más pobres (...).
A lo largo del camino, los problemas de la moneda derivan del desdeño que sus líderes han mostrado a sus respectivos votantes -sólo hay que echar un vistazo al bonito tratado y al euro-. Esta empresa necesita liderazgo y democracia y si es para poner orden, dejemos que caminen hacia adelante.