Presupuestos 2003, críticas y virtudes
Joaquín Trigo afirma que la crítica más débil a los Presupuestos para 2003 es que pongan fin al déficit público. El autor asegura que, en los últimos 20 años, el crecimiento en España fue mayor cuando se reducía el déficit
Los Presupuestos Generales del Estado expresan el talante, las prioridades y la coherencia del Gobierno que los propone. Los de 2003, críticas aparte, son la evidencia de una actuación que combina el pragmatismo con principios explicitados y mantenidos de forma consistente.
El pragmatismo se plasma en la contribución al mantenimiento de la actividad económica en un momento de desaceleración en España, que es más acusada en el exterior. Los principios se refieren a la continuidad del equilibrio presupuestario con voluntad de conseguir un descenso paulatino de la presión fiscal sin lesionar las partidas de inversión ni los compromisos de gasto en servicios y transferencias corrientes.
La crítica más común y la más débil se refiere al fin del déficit. La experiencia muestra que el gasto financiado con deuda no siempre da resultados en términos de impulso a la expansión, basta ver el caso de Japón a lo largo de la última década, y la ausencia de respuesta de la inversión en Estados Unidos o Alemania.
El aumento estimado en el impuesto de sociedades es cuestionable. El 7% nominal, aun pareciendo módico, puede ser excesivo
En España, a lo largo de los últimos 20 años el crecimiento económico fue mayor cuando se reducía el déficit. æpermil;ste, incluso cuando contribuye al fin previsto, genera distorsiones que perjudican la estabilidad de la recuperación lograda, por lo que está lejos de ser una receta de efectos seguros. En cambio genera con certeza expectativas de aumento en el coste del crédito y de subidas en los impuestos.
La práctica seguida y la prevista indican, además, que esa crítica no se sustenta con hechos. El gasto público en los componentes potencialmente expansivos crece sin cuestionar el equilibrio pero reforzando la demanda agregada interna. A lo largo de 2002 el gasto corriente de las Administraciones públicas ha crecido más que el de los hogares y las familias e instituciones no lucrativas y, además, la inversión pública crece más que la privada y que el PIB.
En la previsión para 2003 el gasto en infraestructuras crece un 8,3%, lo que tiene un componente expansivo con un importante efecto de arrastre y generación de economías de escala que mejoran la productividad.
El segundo elemento de crítica concierne a las previsiones de crecimiento, que consideran que en las actuales circunstancias un aumento del 3% del PIB es excesivo, con lo que, de no conseguirlo, tampoco se lograrían los ingresos presupuestados y se incurriría en déficit.
El momento actual está caracterizado por la incertidumbre asociada a factores no económicos, de modo que cualquier otra previsión sería igualmente vulnerable. No obstante hay factores de difícil predicción que pueden contribuir al logro del PIB previsto, pues en 2002 y 2003 el sector primario redujo su producción, con lo que la simple vuelta a la normalidad podría aportar varias décimas al crecimiento, como también lo hará la propia inversión pública. Sin duda, el impacto del menor crecimiento en los ingresos tributarios sería perjudicial, pero este Gobierno hace previsiones cautas, con lo que la liquidación estimada en 2002 rebasa la presupuestada en el IRPF y en el impuesto de sociedades, aunque queda por debajo en IVA.
Para 2003 sólo parece cuestionable el aumento estimado en el impuesto de sociedades, pues el 7% nominal, aun pareciendo módico, puede ser excesivo.
La recomposición del gasto parece pensada para dar satisfacción a todas las preferencias. Quienes se preocupan por la dimensión social pueden encontrar conveniente el aumento del 8,2% en las partidas destinadas a este fin. Quien se preocupa de servicios directos valorará el 6,7% en justicia. Los que propugnan el impulso a la actividad productiva verán con agrado el 8,3% de incremento que se destina a I+D+I, y la misma tasa para infraestructuras, pero que sube al 12,9% en el conjunto de inversión del sector público.
Quien se preocupe de la reducción del gasto público lo tendrá más difícil de apreciar porque las transferencias hacen que los gastos de personal y la compra de bienes y servicios se reducen un 14,1% y un 29,3%, respectivamente. Sin embargo, puede constatar una previsión de aumento de los gastos financieros del 10,8%, pues aunque la deuda pública pierda peso respecto al PIB su volumen nominal se mantiene. Aun así, podría tener una sorpresa grata si los tipos de interés continúan su trayectoria a la baja, lo que ayudaría a cuadrar el presupuesto.
Es posible que, pese a la voluntad manifestada y las acciones emprendidas, se registrara algún déficit. Si responde a acontecimientos sobrevenidos y no a un propósito deliberado, su impacto sobre las expectativas será menos lesivo que si deriva de una voluntad explícita.