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El fin de las jubilaciones de oro

Los retiros dorados de los ejecutivos en EE UU parecen tener caducidad. Las empresas están anulando, después de los últimos escándalos, las jugosas pensiones a sus directivos

El consejero delegado y el presidente son empleados de la empresa'. Lo decía esta semana el ejecutivo que ocupa este puesto en Intel, Andrew Grove, en una presentación que el Conference Board hacía de las que este influyente grupo privado económico consideraba que debían ser los cambios en las retribuciones de los altos ejecutivos de las empresas. La frase de Grove suena a estas alturas a algo novedoso y es que los empleados son muy distintos los unos de los otros. Los jubilados también. Esta semana, el ex presidente de General Electric, Jack Welch, el que para muchos ha sido el gran ejecutivo de los últimos 20 años, renunció a la mayoría de los beneficios proporcionados por su contrato de retiro, negociado en 1996, tras hacerse públicos, y de forma pormenorizada, los términos de éste. Los beneficios que incluían el pago por parte de GE de viajes, pago de lavandería, entradas a la ópera y flores se han antojado excesivos a la opinión pública estadounidense, que no reacciona ante tanta sorpresa empresarial, y más en el momento de crisis del momento, así que un día antes de que la SEC le pidiera explicaciones, Welch renegoció con la empresa y cedió.

El caso del ex presidente de GE no es único. Puede ser llamativo, pero hay otros muchos altos ejecutivos que han negociado contratos en los que se contemplan cuantiosas compensaciones, en forma de dinero y también bienes y servicios. Ronald Allen, ex presidente de la aerolínea Delta, retirado desde 1997, cobra medio millón de dólares al año, algo menos que su sucesor en el cargo, por hacer labores de consultoría en la empresa. El contrato, que vino precedido de una compensación de 4,6 millones de dólares como retiro, incluye una pensión anual de 765.000 dólares y el uso de una oficina (que ha costado casi medio millón de dólares), el uso del coche, el pago de las tasas de los clubes a los que pertenece y algún otro beneficio. En el momento de negociarlo, Allen incluyó una cláusula que fijaba la fecha de vencimiento del contrato en 2004 y hasta esa fecha se le abonarán los honorarios como consultor, aunque esté enfermo o muerto.

¿Cómo se llegan a negociar estos retiros dorados? En muchos casos no dejan de perpetuar una constante que es la diferencia salarial entre los trabajadores y los ejecutivos que aún en tiempo de crisis no ha hecho más que ampliarse. Según un estudio realizado el pasado mes de mayo por Business Week, si el salario de los empleados de puestos intermedios se ha revalorizado un 36% en los últimos años, el de los ejecutivos lo ha hecho en un 350%.

Empieza a calar la idea de que hay que ajustar las compensaciones de los ejecutivos a criterios que no sólo dependan del corto plazo

En la medida en que los sueldos suben, así lo hacen las condiciones de jubilación, porque, como asegura Christopher Davis, presidente de Investment Partnership Association, el contrato de retiro, el contrato de servicios no lo es todo. 'Los incentivos a los presidentes o consejeros delegados de las empresas también se miden por lo que el futuro, como retirado, le depare al líder de una compañía', explica. A pesar de que no hay una excesiva rotación a la cabeza de las grandes corporaciones, muchas veces se negocian estos paquetes de jubilación a la vez que el contrato para intenta retener al ejecutivo en cuestión. Algo de eso le pasó a Welch. En 1995 circulaban rumores de que el hombre que llevó a la empresa a sus cotas más altas consideraba el retiro antes de la edad prevista de jubilación aunque otras voces hablaban de su fichaje por otra compañía. 'General Electric no se podía permitir decir en aquellos momentos que podía perder a Welch, por eso él tuvo esa posición negociadora', dice John Challenger, presidente de la consultora Challenger, Gray & Christmas. Además, tanto en el caso de Welch como en el de Allen u otros ejecutivos, los contratos de jubilación se negociaban en el momento de mayor expansión de la economía y en unos años en los que cualquier profesional con tan sólo 23 años se convertía en multimillonario con sólo tener una idea en Internet.

El consultor John Challenger dice entender que actualmente todos estos beneficios suenan, 'de lejos, excesivos'. Además de ser todo el producto de una época de excesos, algunos críticos como Robert Monks, activista en favor de los derechos de los accionistas y ejecutivo en The Corporate Library, estos beneficios 'no dejan de ser una muestra más de la inutilidad de los consejos americanos como instituciones capaces de defender a los accionistas'.

Pero es que estos contratos además se han negociado de manera que no parezcan demasiado caros a las compañías. En primer lugar se ofrecen servicios que ya se disponen en la empresa para ofrecérselos a los consejeros delegados pensionistas, por lo que el impacto de éste, por extravagante que sea, no debe ser alto. Por otro lado, muchos de estos servicios, como el uso del avión de la empresa incluso por motivos personales, goza de ventajas fiscales frente a un vuelo en una línea aérea comercial, desde que una ley de 1985 así lo dispuso.

Por último, muchas de estas retribuciones se justifican en los acuerdos que prevén que los ejecutivos que han pasado la mayor parte de su vida en una empresa ofrezcan labores de consultoría. Según un estudio de Executive Compensatory Advisory Services, entre 1996 y 2001, 28 altos ejecutivos de las 1.000 mayores corporaciones de Estados Unidos percibieron cerca de medio millón de dólares anuales por esta labor de consultoría, un 10% más que en los cinco años precedentes.

Sin embargo, la mayoría de los expertos indica que estos generosos contratos de retiro tienen los días contados. No sólo porque Welch marque una pauta con la renuncia a sus beneficios, sino porque en el ambiente de sospecha y petición de responsabilidad empieza a calar la idea de que hay que ajustar las compensaciones de los ejecutivos a criterios que no dependan de cuestiones del corto plazo o que reflejen parcialmente su papel como gestor de la empresa. Según Davis, 'el largo plazo debe jugar un mayor papel en esta compensación además de enmarcarla dentro de un sector que deba ser analizado para comparar mejor y que nadie quede fuera de lo que se puede considerar justificado en una determinada industria'.

El consultor John Challenger dice entender que actualmente todos estos beneficios suenan, 'de lejos, excesivos'. Además de ser todo el producto de una época de excesos, algunos críticos como Robert Monks, activista en favor de los derechos de los accionistas y ejecutivo en The Corporate Library, estos beneficios 'no dejan de ser una muestra más de la inutilidad de los consejos americanos como instituciones capaces de defender a los accionistas'.

Pero es que estos contratos además se han negociado de manera que no parezcan demasiado caros a las compañías. En primer lugar se ofrecen servicios que ya se disponen en la empresa para ofrecérselos a los consejeros delegados pensionistas, por lo que el impacto de éste, por extravagante que sea, no debe ser alto. Por otro lado, muchos de estos servicios, como el uso del avión de la empresa incluso por motivos personales, goza de ventajas fiscales frente a un vuelo en una línea aérea comercial, desde que una ley de 1985 así lo dispuso.

Por último, muchas de estas retribuciones se justifican en los acuerdos que prevén que los ejecutivos que han pasado la mayor parte de su vida en una empresa ofrezcan labores de consultoría. Según un estudio de Executive Compensatory Advisory Services, entre 1996 y 2001, 28 altos ejecutivos de las 1.000 mayores corporaciones de Estados Unidos percibieron cerca de medio millón de dólares anuales por esta labor de consultoría, un 10% más que en los cinco años precedentes.

Sin embargo, la mayoría de los expertos indica que estos generosos contratos de retiro tienen los días contados. No sólo porque Welch marque una pauta con la renuncia a sus beneficios, sino porque en el ambiente de sospecha y petición de responsabilidad empieza a calar la idea de que hay que ajustar las compensaciones de los ejecutivos a criterios que no dependan de cuestiones del corto plazo o que reflejen parcialmente su papel como gestor de la empresa. Según Davis, 'el largo plazo debe jugar un mayor papel en esta compensación además de enmarcarla dentro de un sector que deba ser analizado para comparar mejor y que nadie quede fuera de lo que se puede considerar justificado en una determinada industria'.

El divorcio del ejecutivo del siglo

 

Jane Baesly Welch decidió poner fin a 13 años de matrimonio tras una infidelidad pública de su marido, el ex presidente de General Electric, Jack Welch. Sus peleas le han costado caro. La mujer pidió al juez que le ampliara la pensión de 35.000 dólares, porque con ese dinero no podía mantener el mismo nivel de vida. El detalle de sus cuentas desentrañaba el interlineado de la información de la empresa a la SEC. Al presidente se le proveería 'de un continuado acceso a las instalaciones de la compañía, comparables a las que en estos momentos se le han puesto a disposición'. Todo esto se traduce en el piso en Manhattan por valor de 15 millones de dólares, el avión de la compañía y gastos como el de las televisiones de sus casas, las flores, lavandería, coches, teléfonos móviles... Además, Welch cobraría 86.000 dólares anuales por cubrir un mínimo de cinco días de servicios como consultor y 17.000 dólares más por cada día extra.

 

 

 

 

 

 

 

Todo eso se vino abajo al principio de esta semana. Welch tomó la decisión, e informó de ello en The Wall Street Journal, de renunciar a sus beneficios y devolver parte del dinero. Además, las clases que dará en la empresa serán gratis. Welch dijo ser consciente de que el escenario 'ha cambiado' y que 'la percepción importa'. Al margen de las críticas, muchos consultores coinciden en que Welch ha puesto el listón muy alto dentro de la compañía.

Gracias por nada, señor presidente

 

La catarsis empresarial que se vive en EE UU ha destapado muchas irregularidades, pero también muchas conductas irresponsables que lejos de ser ilegales son al menos éticamente reprochables. Al tirar de la manta se ha comprobado cómo muchos ejecutivos estaban gozando de unos beneficios como pensionistas que no sólo parecen poco justificables en estos momentos de crisis, sino que se revelan imposibles de mantener cuando, además, estos ejecutivos han hecho una labor poco meritoria.

 

 

 

Es el caso de uno de los arquitectos de la gran fusión de la nueva economía, AOL Time Warner. Gerald Levin, que un año después de vender su compañía a la empresa de Internet AOL se retiró mientras el valor de la acción recorría el camino del sur. Levin debe estar a disposición de la empresa cinco días al mes para prestar labores de consultoría por las que se le abona un millón de dólares anuales. El contrato vence en diciembre de 2005. Además el ex presidente de Time Warner tiene despacho y secretaria en el Rockefeller Center de Manhattan.

 

 

 

 

 

 

 

Jacques Nasser, el ex presidente de Ford, de 55 años, que en octubre de 2001 tuvo que dejar la empresa tras la crisis de los neumáticos Firestone y que llevó a la automovilística a los números rojos, cobra una pensión anual de 1,27 millones de dólares entre otros beneficios.

 

 

 

La peor parte la llevan las empresas que han descubierto que sus problemas de suspensión de pagos vienen directamente ligados a la actuación amoral o incluso delictiva de su presidente. Es el caso del de Worldcom, Bernard Ebbers, cuya empresa, ahora en quiebra, está estudiando la manera de retirarle la pensión y todos los beneficios que pueda tener. El mismo caso, pero que va camino de resolverse más rápido, es el de John Rigas, ex presidente de Adelphia Communications, también en suspensión de pagos y que en estos días ha mostrado su intención de usar el seguro de la empresa para cubrir los gastos legales de la defensa de su gestión.

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