Un submarino en el cerebro
En 1966, Richard Fleischer dirigió una de las mejores películas de ciencia-ficción de la historia de la cinematografía: Viaje alucinante. En ella narra cómo para curar una hemorragia cerebral al científico checo Jan Benes una tripulación de cinco personas es introducida en un submarino atómico que acto seguido es miniaturizado e inyectado en un vaso sanguíneo con el objetivo de alcanzar el cerebro a través de las arterias. Tras sufrir tentativas de sabotaje y la absorción del submarino por los anticuerpos, la misión resulta un éxito y los supervivientes abandonan el interior del sabio nadando a lo largo del nervio óptico y emergiendo gracias a una lágrima.
La película, protagonizada por Stephen Boyd y Raquel Welch, permitió a los espectadores de esta original cinta pasearse por el interior de un ser humano gracias a unos decorados extraordinarios. Para dar la impresión de que se desplazaban en medio de un fluido, los actores fueron, en algunas ocasiones, suspendidos de cables y fotografiados a una velocidad tres veces superior a lo normal.
Este viaje por el cuerpo que a mediados de la década de los sesenta era un sueño inalcanzable sigue siéndolo hoy. Pero, ¿quién pondría la mano en el fuego para decir que no será factible dentro de, digamos, 100 años o, incluso, 50?
Aseguran los expertos que han redactado el Nanotechnology Opportunity Report, un informe de 420 páginas de la compañía madrileña CMP Científica, que la idea de flotillas de naves patrullando el cuerpo humano, cosiendo tejidos dañados y zapeando a la caza de un posible cáncer, un virus invasor o un gen extraviado; o la idea de nanorrobots tejiendo extensiones al cerebro para incrementar la inteligencia representan 'el sensacionalismo y la distorsión de la prensa popular, pero están basadas en predicciones serias de un posible futuro'.
¿Es todo esto sólo ciencia-ficción? 'No forzosamente', añade el informe, realizado por expertos y científicos de todo el mundo. 'Aunque algunas de las visiones más audaces del futuro son extremadamente especulativas, proceden en gran parte de ideas muy simples basadas en ciencia seria, la nanotecnología molecular'.
Pero antes de continuar hay que definir la nanotecnología, esa disciplina que según la Comisión Europea será la protagonista de 'la nueva revolución industrial'. En esencia, es la capacidad de medir, ver o fabricar estructuras a la escala de átomos o moléculas. Así que se mueve en el mundo de lo muy pequeño -entre 0,1 y 100 nanómetros-, teniendo en cuenta que un nanómetro equivale al resultado de dividir un milímetro en un millón de partes. Para hacerse una idea, imagine que el diámetro de un cabello humano es de 80.000 nanómetros. En fin, que trata de lo realmente minúsculo.
Nanotecnología, terapia génica, biotecnología, redes de telecomunicaciones inalámbricas, xenotrasplantes, energía a base de hidrógeno, automóviles sin conductor, células madre... ¿Qué se está cociendo en los matraces de los laboratorios de todo el mundo que marcará la vida del ser humano en las próximas décadas? ¿Qué humea en los tubos de ensayo de universidades y compañías que abrirá nuevas oportunidades de negocio? Difícil de abarcar.
Vayamos a buscar la respuesta al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), organismo dependiente del Ministerio de Ciencia y Tecnología en el que trabajan 2.262 investigadores. 'Si ya es difícil predecir el pasado, hacerlo con el futuro es casi imposible', asegura José Manuel Guisán, director de la Oficina de Transferencia de Tecnología del CSIC, un departamento que actúa de bisagra entre los científicos del Consejo y el mundo empresarial.
El pasillo que precede a su modesto despacho, en la sede del organismo, en Madrid, anuncia claramente al visitante dónde se encuentra. De las paredes beige cuelgan reproducciones de grabados con diseños de Leonardo da Vinci: norias, poleas, ruedas helicoidales, tornillos sin fin. Es el culto a la tecnología.
'El siglo XXI va a ser el siglo de la biomedicina', dice Guisán. 'El ser humano está dispuesto a gastar un dinero incalculable en la salud. Por ello éste es uno de los campos de la ciencia en los que se verán más avances'. 'Pero el hombre después de vivir, también quiere comer', prosigue, 'así que todo lo relacionado con la alimentación será muy importante, como los alimentos funcionales con minerales o vitaminas, los transgénicos o las piscifactorías'. A estos campos suma las investigaciones relacionadas con los recursos naturales -como el agua-, la gestión de los residuos, la energía y todo lo relacionado con la información y la comunicación. Y de forma transversal destacarán la biotecnología -'una herramienta impresionante'- y la nanotecnología.
Desde el otro lado del Atlántico, el investigador y catedrático de Química estadounidense Russ R. Chianelli resaltaba hace un par de años su convicción de que la biotecnología cambiará el mundo, e incluso al ser humano. 'La posibilidad de manipular el código genético conducirá a una especie humana totalmente nueva, libre de los defectos que pueda tener la que evolucione de forma natural. Muchos de nuestros miembros serán sustituidos por materiales mejores: corazones, pulmones y riñones que no se desgastan y que sólo necesitarán una puesta a punto de vez en cuando'.
Para el doctor Rafael Mañez, director del Programa de Investigaciones de Xenotrasplante en el hospital Juan Canalejo, de A Coruña, la posibilidad de crear miembros u órganos completos a partir de células madre (aquellas que pueden dar lugar a otras células más especializadas) es muy remota. Aunque sí considera factible el desarrollo de estructuras más elementales, como huesos, músculo o piel. 'Pero a 50 años vista pueden ocurrir muchas cosas', reconoce.
Para este experto en el trasplante de elementos vivos (células, tejidos, órganos) entre especies animales distintas, el futuro de la medicina pasa por tres campos: la genética, las células madre y la biología. Y en todas ellas, según dice, surgirán oportunidades empresariales. 'Los trasplantes son un gran éxito de la medicina, pero están limitados por la falta de órganos. El xenotrasplante permite acudir a una fuente inagotable, el cerdo, que es manipulado introduciéndole genes humanos', explica Mañez. 'Porque aunque el animal más próximo al ser humano es el chimpancé, se trata de una especie protegida y se reproduce muy mal en cautividad. Además, por ser muy próximo al hombre, la posibilidad de transmisión de infecciones es muy grande'. En la actualidad, ya existen granjas acondicionadas para criar cerdos en condiciones estériles. 'Y algún día habrá explotaciones industriales dedicadas al suministro de órganos', asegura.
El renombrado escritor de ciencia-ficción Isaac Asimov dijo en una ocasión que 'la frase más emocionante que se puede oír en el mundo de la ciencia, aquella que presagia nuevos descubrimientos, no es 'Eureka', sino 'Qué curioso...' Y curiosa se presenta la relación que se disponen a vivir el ser humano y ese animal del cual el cliente de un restaurante dijo en una ocasión: 'Del cerdo me gustan hasta los andares'.
Pero volviendo a lo más tecnológico, según los expertos, uno de los campos que sufrirán un avance extraordinario en las próximas décadas es la robotización. Consideran que transformará la forma de vivir en el siglo XXI. Actualmente hay robots que fabrican coches, limpian piscinas y han permitido ver lugares donde el ser humano nunca puso el pie; hay robots capaces de disparar que arrastran por el suelo a sospechosos de terrorismo heridos y robots que comienzan a operar en los hospitales. En las próximas décadas, dicen los científicos, verán la luz máquinas con inteligencia artificial que podrán efectuar muchas de las tareas propias de las personas.
Una biblioteca en un libro
En un intento por saber cómo evolucionará la tecnología en España, la Fundación Observatorio de Prospectiva Tecnológica Industrial (OPTI) desarrolló entre 1998 y 2001 un amplio estudio con el horizonte del año 2015. Jesús Rodríguez, director de la fundación, repasa algunas de las grandes conclusiones del informe: 'El medio ambiente y la sostenibilidad lo condicionarán todo, la energía vivirá el retorno del carbón y el automóvil dará prioridad a la seguridad, el medio ambiente y el reciclaje'. ¿Y qué decir de esa gran ágora de finales del siglo XX llamada Internet? 'La movilidad y la ubicuidad van a marcar el futuro de las telecomunicaciones', dice. 'La cuestión es a qué velocidad se va a implantar la sociedad de la información'.
Libros electrónicos capaces de albergar una biblioteca entera, sustancias químicas inteligentes, máquinas miniatura... y, quizá algún día, la teletransportación al modo de Star Trek. ¿Por qué no, si el pasado junio un equipo de científicos australianos marcó un hito mundial al desintegrar por primera vez en la historia un rayo láser y reconstruirlo a un metro de distancia en un abrir y cerrar de ojos?
36 años después de aquel viaje fantástico de Richard Fleischer, Sam Raimi ha llevado a las pantallas otro viaje de fantasía. Aquel que el empollón Peter Parker emprende entre los rascacielos de Manhattan colgado de hilos de araña. Entre una y otra película se han derrumbado grandes símbolos de la historia del siglo XX como el muro de Berlín -no en vano Viaje alucinante fue realizada en plena guerra fría- y las Torres Gemelas. Pero ambas películas están marcadas de igual forma por el sueño de la ciencia. En la cinta de Fleischer, la nanotecnología está implícita en la miniaturización del submarino. En la circense Spiderman, tanto el malvado Norman Osborn (Willem Dafoe) como Peter Parker (Tobey Maguire) son diestros en la ciencia de lo diminuto.
Hay expertos que consideran que en los próximos 30 años la evolución tecnológica superará la lograda el último siglo. Pero como se asegura en un libro realizado por la Universidad San Francisco de Quito sobre la vida en el año 2050, 'cuanto más a largo plazo intentemos predecir el futuro, más cierto es que algún descubrimiento imprevisto torcerá el rumbo de los acontecimientos'.