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Sociedad

Unidos sin necesidad de cables

La tecnología de conexión inalámbrica Wi-Fi ha dado lugar a la aparición de comunidades de usuarios que crean redes lúdicas alternativas a Internet

No se trata de un personaje de El Retorno del Jedi, sin embargo, el 802.11b promete protagonizar en los próximos meses uno de los capítulos más interesantes de la tecnología inalámbrica. Esta tecnología, más conocida como Wi-Fi, es la nueva panacea de la Red alternativa que está consiguiendo entusiastas a ritmo de vértigo. Este estándar se creó para tener acceso a Internet desde equipos móviles sin necesidad de instalar un solo cable a través de una frecuencia de radio libre.

Poco a poco Wi-Fi empieza a aplicarse en oficinas, en salas de espera de aeropuerto y hospitales. Pero más allá de su uso empresarial, los usuarios más amantes de la tecnología están creando auténticas comunidades virtuales. Wi-FI permite que los equipos se conecten entre sí y con los nodos o equipos centrales, que, operativos las 24 horas del día, extienden la Red como una mancha de aceite.

La idea, nacida en Estados Unidos, donde ya cuenta con un notable desarrollo, ha cuajado ya en España, donde en los últimos meses han surgido decenas de comunidades inalámbricas, repartidas por toda la geografía (Guadalajara, Madrid, Barcelona, Málaga, Sevilla, Valladolid, Zaragoza, Vitoria, Baleares, Bilbao...). Estas redes tienen cada vez un mayor número de usuarios registrados y participantes en los multitudinarios foros en línea. El único objetivo: 'Divertirnos con la tecnología, crear una red sin fines comerciales y extendernos cada vez más', según explica Manuel Valencia, fundador de la comunidad Alcalá Wireless.

La primera comunidad inalámbrica española, Red Libre, enarbola las tareas de soporte al resto de comunidades que emergen, motivadas por las posibilidades del Wi-Fi. 'Damos apoyo a los grupos locales, la finalidad es la de crear una red que esté gestionada por los propios usuarios y que cubra sus necesidades', explica Jaime Robles, el fundador de Red Libre en septiembre de 2001.

Técnicamente, los participantes de las comunidades se dividen entre aquellos que aportan un nodo (equipo que funciona permanentemente como punto de enlace y que puede estar conectado o no a Internet) y los conectados, que con una inversión mínima (alrededor de 600 euros) se pueden hacer con el material necesario -tarjeta inalámbrica, antena o pigtail-, para enlazarse al nodo, permitiéndoseles de este modo hacer uso de servidores web, de correo, de juegos, transmisión de ficheros, impresoras... y de lo que está por llegar. 'Usamos los protocolos de Internet, de tal modo que podemos desarrollar los mismos contenidos y servicios que la Red', explica Robles.

Vuelta a los orígenes

Sin embargo, no se trata de una idea original. Este tipo de redes comparten filosofía con las denominadas BBS, Bulletin Board System, redes previas al desarrollo de Internet que en los años ochenta eran mantenidas por los usuarios. Si las BBS pueden considerarse la prehistoria de la Red, el 802.11b puede marcar un hito considerable en el nuevo rol de las comunidades a nivel mundial.

La legislación europea actual no permite que la frecuencia de radio utilizada sobrepase los 100 megavatios de potencia, lo que permite conectar los equipos a una distancia media máxima de 250 metros, siempre y cuando ningún obstáculo de dimensiones considerables lo impida. Además, cuentan con una capacidad para transmitir datos a la velocidad de 11 megabits por segundo, que con el cambio de legislación previsible para 2003 permitirían transmitir hasta 56 megabits por segundo. Fuera de la ley, sin embargo, la tecnología permite conectar equipos a distancias kilométricas. Si además se utiliza la conexión a Internet como un túnel, el Wi-Fi no tiene fronteras.

'Estamos haciendo gestiones para interconectarnos a nivel mundial, con Melbourne, Australia, las conversaciones están muy avanzadas', explican desde Red Libre. En el mes de mayo pasado, un experimento chileno marcó un hito sin precedentes en la historia de las conexiones inalámbricas a bajo coste, cuando responsables de la Universidad de la Frontera consiguieron enlazar un punto de la ciudad de Temuco y la ladera del volcán Llaima, distantes a 72 kilómetros, mediante antenas inalámbricas direccionales basadas en el estándar 802.11b. La proeza ejemplifica las posibilidades del Wi-Fi (y la industria relacionada) en contextos donde las comunicaciones por cable siguen resultando muy costosas.

Sin embargo, es sumamente complejo que las ciudades puedan llegar a contar con una cobertura completa con la única participación altruista de los usuarios.

Proliferación de proyectos comerciales

 

Del mismo modo que las comunidades de usuarios van teniendo cada vez más adeptos, van surgiendo nuevas iniciativas comerciales en torno a Wi-Fi. En España, la empresa donostiarra Wireless & Satellite Networks (WSN) encontró el respaldo de tres grandes de Microsoft, Compaq y Cisco Systems, cuando en febrero de este año emprendió la implantación del proyecto Afitel, el primer impulso europeo para expandir el uso de una red inalámbrica de acceso a la Red.

 

 

 

 

 

 

 

La propuesta pretende convertir a Zamora en el máximo exponente de ciudad inalámbrica donde se podrá disponer de acceso las 24 horas del día desde cualquier punto de la ciudad por 9,9 euros mensuales. Esta curiosa iniciativa desvirtúa, en principio, el concepto lúdico de las comunidades inalámbricas, que, como máximo negocio, reconocen entre sordina 'compartir entre comunidades de vecinos el acceso a ADSL de uno de los usuarios, dividiendo de este modo la tarifa por conexión'.

 

 

 

La filosofía que subyace tras el Wi-Fi es la pro actividad de los usuarios para gestionar su propia Red y promover propagar la movilidad, ya que teóricamente permite hacer uso desde cualquier punto -el parque, el coche, cualquier rincón de la casa- de los servidores, juegos en red, sistemas de impresión y periféricos conectados al nodo central.

 

 

 

En la pionera nave nodriza del 802.11b, Estados Unidos, se ha conseguido probar el sistema con éxito durante dos años en el distrito de Jacksonville. En entornos comerciales, todo el complejo Redmond de Microsoft permite conexión Wi-Fi, y en España la universidad madrileña privada CES lo ofrece como reclamo para sus alumnos. La catalana Kubi Wireless, que pretende desarrollar una red inalámbrica para Internet de alta velocidad en hoteles, aeropuertos y palacios de congresos, sí que puede sacar partido a Wi-Fi, ya que estima facturar 10 millones de euros en los próximos dos años.

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