Pérdidas muy rentables
Telefónica logró ayer la mayor subida bursátil de su historia (un 14,18%) tras dar cuenta de las pérdidas más cuantiosas jamás publicadas por una empresa española. Los gestores de Telefónica han sabido poner el acento en que las partidas que llevan a la compañía a publicar unos números rojos de 5.574 millones de euros en el primer semestre no suponen en su mayoría salida alguna de caja. Telefónica, además, ha sabido aderezar los saneamientos -o pérdidas- con el anuncio de medidas de retribución al accionista (como la vuelta al dividendo o la amortización de acciones propias) y con pruebas de salud financiera (generación de caja y reducción de deuda).
Para efectuar un ajuste en el que se ha seguido la metodología recomendada por la SEC (el órgano regulador de los mercados de EE UU), Telefónica contaba además con un valioso test de mercado reciente -la publicación de sus cuentas de 2001 con criterios contables estadounidenses- que mostraba cómo el mercado es capaz de discernir más allá de primeras impresiones. La conclusión final es no sólo que las medidas adoptadas ponen el acento en la generación de caja para el accionista, sino también que Telefónica deja su balance mucho más reluciente que el de sus competidoras. En ese sentido es bueno que a las empresas les quede cada vez más claro que la transparencia y la claridad son la mejor receta para ganarse el favor de los inversores.
Una caída de la duración e intensidad de la experimentada por las Bolsas de todo el mundo a lo largo de los últimos dos años y medio no es explicable a partir de un único factor. Pero si más allá del estallido de la burbuja tecnológica, de la crisis de las telecos, de las alertas sobre resultados, de los problemas de Latinoamérica, del ataque terrorista contra EE UU, de la inestabilidad cambiaria o de las incertidumbres macroeconómicas hay algo que ha agravado el descenso es sin duda la crisis de confianza que se ha adueñado de los inversores. Por eso tiene algo de simbólico que la recuperación más significativa de los índices -el ascenso del 6,35% del Dow Jones del miércoles es el mayor desde el rebote posterior al crash de 1987- haya coincidido con el acuerdo alcanzado en el Congreso de EE UU para reformar la legislación sobre las empresas. El endurecimiento de las penas por fraude contable y la mayor vigilancia sobre los auditores son medidas disuasorias con vocación de no ser aplicadas. Para empezar, como toda norma restrictiva de derechos en una democracia que se precie de serlo, la nueva legislación no puede tener efecto retroactivo. De lo que se trata es de que los directivos de las empresas sepan que vulnerar la confianza de los inversores puede salirles muy caro y de que, en consecuencia, eviten cualquier tentación de práctica fraudulenta. Su carácter es, por tanto, preventivo, pero en el contexto actual alcanza, además, una dimensión simbólica en pos de la confianza. Lo mismo que el premio bursátil a las pérdidas de Telefónica, por más estupefacción que pueda causar a primera vista.