La crisis diplomática paralizó los acuerdos de inversiones
Aunque el Gobierno español se ha esforzado siempre en transmitir mensajes de normalidad en las relaciones económicas hispano-marroquíes, la realidad muestra que la crisis diplomática entre Madrid y Rabat ha terminado por ser un serio obstáculo para los proyectos empresariales españoles en el país norteafricano.
Ya en el inicio de la crisis, tras no renovarse el acuerdo pesquero en abril de 2001, el presidente Aznar ordenó ralentizar al máximo todas las operaciones económicas pendientes con Marruecos, tanto en materia de conversión de deuda como en ayudas para infraestructuras.
Una decisión que se suavizó posteriormente ante el interés del empresariado español, que ha visto siempre a Marruecos como uno de sus destinos naturales de expansión internacional.
La retirada del embajador marroquí en Madrid, seis meses después, si no impidió que se concretaran algunas operaciones empresariales en el país magrebí, sí ha servido para frenar muchas decisiones de inversión, hasta el punto de que las inversiones netas españolas en Marruecos registraban una caída del 77% en 2001, situándose en 6,583 millones de euros, frente a 28,983 millones de 2000. Tampoco se concedió el año pasado ningún crédito a Marruecos con cargo al Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD), a pesar de que continúa siendo un país elegible por la OCDE.
Las tensiones diplomáticas han paralizado también las negociaciones para renovar el acuerdo de cooperación financiera bilateral, que deberían haberse iniciado en octubre, así como la ratificación por el Parlamento marroquí del Acuerdo sobre Promoción y Protección de Inversiones.