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Miradas Digitales
Tribuna
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Fútbol y nueva economía

Cuando mejor estábamos jugando, lo de siempre: la historia de siempre'. Lo decía un joven aficionado al final. Lo mejor que tiene el pueblo español es que diagnostica con facilidad. Lo peor, que no aprende. Con una humanidad inmensa tropieza 'siempre' en la misma piedra. Aunque, tal vez, seamos nosotros mismos quienes pongamos la piedra. Casillas, joven y por tanto visceralmente sincero, dejó claro que todos sabían lo que se iban a encontrar: no había motivo para la queja.

El entrenador de Corea, Hiddinck, que nos conoce bien, sentenció nuestro problema: 'Hay que ir siempre con la autocrítica, cuando hay un triunfo y también cuando hay una derrota'. Pero nosotros no viajamos en ese barco ni cuando ganamos (la fiesta obnubila los sentidos) ni cuando perdemos (somos compulsivos y radicales por lo latino y nos gustan por la parte céltica y norteña las historias tristes: ¡quién se va a parar a hacer análisis!).

Egipto, Trinidad Tobago y Uganda. De estos competitivos y futbolísticos países provenían los encargados de juzgar un partido en el que se jugaba sobre todo dinero. Jugaba 'Don Dinero', como ratificaban en sus crónicas periodistas cubanos que se atreven, desde la marginalidad impuesta por su régimen, a manifestarse libremente. Aunque no parecía el dinero el culpable, sino su manejo fraudulento y pernicioso (la influencia), permitido por los que se resisten a exigir que se profesionalice el fútbol, algo que han hecho en EE UU con el fútbol americano hace mucho tiempo. Allí, con racionalidad profesional se para un partido para analizar una jugada como la del gol de Morientes a centro de Joaquín.

Si hemos traído el fútbol a colación en un diario que nada tiene de deportivo es porque ha sido 'la historia de siempre', la misma del abuso de posición dominante en sectores sensibles como las telecomunicaciones, la de las distintas varas de medir que usa la CNMV… Es la historia de un país con un Gobierno y unos sindicatos que no saben dialogar, unos partidos que se dejan llevar por el electoralismo fácil. Un país complacido que, como recordaba Carlos Sebastián el sábado pasado, no ataca ninguno de sus males principales: se permite seguir a la cabeza de la corrupción entre los países desarrollados, sigue incentivando conductas indeseables y mantiene una peligrosa combinación de altos costes de despido y negociación colectiva sectorial, machacando la productividad. El problema afecta sobre todo a los más jóvenes, a los que la España complacida cede la responsabilidad cuando los problemas crecen. Como se hizo el sábado con Joaquín, medio lesionado, sin experiencia, que no merecía poner en sus 20 primaveras el peso de una lotería.

¿Qué tiene que ver el fútbol con la nueva economía? Todo. El fútbol es fiel reflejo del mundo económico y ejemplifica nuestras virtudes y defectos: temperamento, creatividad, pero debilidad psicológica. La escena del banquillo español desolado en los penaltis ante Irlanda contrastaba con la irlandesa: todos agarrados haciendo equipo. Así nos van las cosas. La nueva economía no es distinta del fútbol, como predican los deportistas que hacen gestión en Make a Team desde hace tiempo. Al final, los alemanes están ahí y la razón hay que buscarla en que llevan todo el siglo pasado llevando al extremo una vieja máxima. Para triunfar hacen falta tres cosas: Arbeiten, arbeiten, arbeiten (trabajar, trabajar y trabajar). Y esto vale, sobre todo, para la nueva economía.

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