La batalla del centro de Madrid
Los sindicalistas que durante la mañana de ayer recorrían el centro de Madrid coreando consignas contra el Gobierno -'¡España va bien y una mierda para el PP'- y la reforma del sistema de desempleo tenían una ventaja respecto a la última huelga general, aquella de 1994, los teléfonos móviles.
Grupos de trabajadores en huelga se comunicaban entre sí para concentrarse ante las puertas de El Corte Inglés de la Puerta del Sol mediante los móviles. 'Los compañeros de tráfico de Alcorcón están llegando ya a Sol, nos vemos allí', decía a través de su teléfono un manifestante que portaba una bandera de CC OO.
En su recorrido hasta el kilómetro cero, los sindicalistas iban pegando pegatinas a favor de la huelga en todos los comercios que encontraban a su paso y las cerraduras de algunos fueron selladas con silicona. La mayoría de las tiendas de la zona estaban cerradas a primeras horas de la mañana, a excepción de farmacias y bares, y los pocos comerciantes que decidieron abrir vivieron en tensión las primeras horas de trabajo. Otros jugaban al gato y al ratón con los piquetes abriendo y cerrando sus puertas dependiendo de la mayor o menor presencia de sindicalistas.
'Estoy en un país libre. La huelga es un derecho, no una obligación', se podía leer en un cartel colocado en el escaparate de una tienda de efectos militares situada en la calle Mayor, cercana a Sol. En su interior, Esperanza de Pablo observaba inquieta el paso de sindicalistas. 'Hoy he tenido que dormir aquí. No estoy de acuerdo con el decreto, pero a mí nadie me dice lo que tengo que hacer', comentaba apurando un cigarrillo. 'Los de Comisiones parecen más tranquilos, pero he visto cada grupo de UGT...'.
En la misma acera de la calle Mayor la tranquilidad de Félix Villaverde, dueño de otra tienda de complementos militares, contrastaba con la inquietud de Esperanza. 'Tengo 77 años y trabajo aquí desde los 13. En mi tienda he visto cómo en la guerra mataban a un cura, aquí, en la calle. A mi tío lo fusilaron las tropas de Franco. He vivido aquí la dictadura y otras huelgas. Me parece muy bien que se manifiesten, pero no estoy de acuerdo con la huelga y no me van a poner nervioso', explicaba.
A primeras horas de la mañana el aspecto de la zona centro de Madrid era similar al de un día festivo. Tiendas cerradas y poco tráfico. Un barrendero se quejaba de la actitud de los piquetes: 'Me han roto la escoba y me han pinchado las ruedas del carrito'.
Al mediodía la intensidad de las protestas subía como lo hacía la temperatura a las puertas de El Corte Inglés de la Puerta del Sol. Más de 30 grados. Cerca de 40 policías antidisturbios hacían frente a unos 500 piquetes -'¡aquí están, éstos son los piquetes del patrón!', ¡'policía asesina!'-que abucheaban la entrada en el centro de empleados y clientes. Al menos en dos ocasiones la policía cargó contra los manifestantes y un contenedor de basura fue incendiado. Varios turistas grababan con sus cámaras las escenas que se sucedían. 'No estamos muy acostumbrados a ver esto en Estados Unidos. Si yo fuera español, creo que también protestaría', mantenía Jorge, un neoyorquino de 26 años, cámara de vídeo en mano.
Unos niños descamisados hacían pintadas en las lunas de El Corte Inglés. 'Basta de precariedad, lucha obrera', escribían en rojo. Alguna recriminación a su actitud era a su vez rechazada por sindicalistas de avanzada edad, lo que provocaba encendidos debates entre paseantes en contra de la huelga y manifestantes. 'Tú lo que eres es un vago', 'y tú un facha, que yo he trabajado más que tú'...
A partir de las 13.30 horas la intensidad de las protestas fueron disminuyendo y a primeras horas de la tarde apenas 50 personas increpaban a todo aquel que entrara o saliera de El Corte Inglés. Otros grandes comercios como FNAC o Zara situados en la calle Preciados permanecieron abiertos. Los pequeños comerciantes fueron abriendo sus negocios a primera hora de la tarde, a medida que se retiraban los piquetes.