La Bolsa o la nada
Proporcionar liquidez a los títulos, financiar una etapa de crecimiento o dar notoriedad a la firma son algunos de los motivos para cotizar en el mercado
Se acuerdan de aquellos tiempos en que se podía ganar un 15% en las salidas a Bolsa? Estaban de moda. Sólo en el Nasdaq, salieron más de 400 empresas en el año 1999. A partir del segundo semestre de 2000 han caído en picado y se cuentan con los dedos de una mano las que lo han hecho con posterioridad al 11 de septiembre.
Es importante distinguir entre las emisiones procedentes del sector público y las del sector privado.
Privatizaciones en empresas públicas. En estos últimos años, la mayoría de Gobiernos han intentado mejorar las cuentas públicas. Para reducir la deuda se ha optado por la enajenación de empresas públicas y el importe de las ventas de acciones se destina a minorar la deuda emitida por el Tesoro Público. Este proceso se denomina privatización. Los ejemplos en España son Telefónica, Repsol, Endesa, Argentaria o Iberia.
Los motivos que tiene una empresa para salir a Bolsa son básicamente:
Dar liquidez a los títulos. Puede ser el caso de las sociedades de capital riesgo que venden su participación. También podría darse el caso de empresas familiares en las que unos accionistas quieren desprenderse de los títulos, en cuyo caso se efectúa una OPV de los mismos.
Financiar una etapa de crecimiento. En ocasiones, los accionistas actuales quieren crecer y deciden financiarse en el mercado bursátil. En estos casos suele realizarse una ampliación de capital y la operación de denomina oferta pública de suscripción (OPS). Debe observarse que en el caso de una OPV el dinero obtenido va a los bolsillos de los accionistas. En cambio, en una OPS los fondos van enteramente a la empresa y no a los accionistas.
Adquirir notoriedad. La cotización en un mercado bursátil da notoriedad a la firma. Ello puede repercutir de forma positiva en su cifra de negocio y además dar una imagen de transparencia.
Valorar la empresa. Al cotizar en un mercado, conocemos la opinión de valor que tienen los inversores de nuestra acción. Ello nos permite saber si estamos creando valor para el accionista, que es el fin último de la gestión de una empresa desde una óptica financiera.
Las claves de una salida son el número de acciones que van a ofrecerse, a quién y a qué precio. El primer punto depende del grado de control que los accionistas actuales quieran mantener. Debe tenerse en cuenta que no es obligatorio que cotice la totalidad del capital. Respecto al precio, el problema es que el mercado financiero no tiene ningún valor de referencia en que basarse, ya que la acción no cotiza. Para entender el proceso hay que conocer los actores que formarán parte de la función. Hay básicamente tres:
Empresa emisora. Sea cual sea el motivo para salir a Bolsa, ya sean empresas públicas o privadas, a este actor le interesa fijar un precio lo más elevado posible.
Entidades directoras y colocadoras. Son las instituciones que ayudarán a la emisora en todo el proceso. Estos intermediarios se enfrentan a un conocido dilema. Por un lado, el emisor quiere maximizar el valor de los títulos y, por otro, los inversores institucionales a los que acudirá también en posteriores ocasiones quieren comprar barato.
Inversores. Está claro que este colectivo desea obtener el precio más bajo posible, aunque tiene pocas referencias respecto al valor justo.
Se pueden distinguir entre varios tipos de inversores bursátiles. Podemos diferenciar, entre ellos, a los institucionales (grandes inversores y bien informados sobre los detalles de las compañías) y a los particulares (pequeños inversores con menor acceso a la información de las empresas).