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Futuro
Columna
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¿Asesores?

La pregunta ya no es el plazo, sino si la economía se recuperará algún día. Santiago Satrústegui está seguro de que sí, pero cree que el asesoramiento financiero que conocemos tiene que cambiar mucho

Mientras mayo también marcea en los mercados financieros, nos acercamos al final del primer semestre y cada vez quedan menos clavos ardiendo a los que poder agarrarse. Al sentimiento de los inversores, castigado desde hace muchos meses, se están uniendo los mensajes que llegan de una economía real donde cada vez se hace más palpable el deterioro propio de una crisis económica.

Mientras los analistas discutían si la crisis iba a tener forma de V o forma de U, nos hemos metido en una crisis de... las de verdad. Ya no importa si son tres meses, son seis o son más los que faltan por esperar. La pregunta que se hacen los inversores es: ¿se recuperará algún día? ¿Volveremos a ver rentabilidades positivas que nos compensen de los sustos de la renta variable? ¿Merece la pena ahorrar o es mejor gastarse el dinero?

Han oído a su asesor decirles ya tantas veces la frase de Santo Tomás de Aquino proponiendo la 'no mudanza en tiempos de tempestad', que ya no les alivia este planteamiento ni aunque se lo cuenten con un poco más de gracia y al estilo John Wayne con el ya clásico 'cuando estés cruzando el río no te cambies de caballo'. Y es que lo que parecía un río empieza a tener el agua salada y mucha más pinta de otra cosa con mucho más cubicaje. 'Tierra a la vista' (Rodrigo de Triana, 1492) es lo único que están ya dispuestos a escuchar los clientes de las entidades financieras de sus comerciales, esperando que esta vez sea de verdad.

Los mercados se van a recuperar con absoluta seguridad. Lo que no sabemos es cuándo. Es incluso posible que falten todavía unos cuantos meses más; pero es precisamente ahora, cuando realmente cuesta afrontarlo, cuando más conviene empezar a reflexionar. Ser pesimista con los mercados a corto plazo no significa que no estemos entrando en los momentos en los que podemos tomar las decisiones de inversión más rentables de los próximos cinco años. Para poder hacerlo solamente es necesario tener el valor de cambiar la actitud y aunque nos asuste mucho hurgar en la herida debemos hacer un parte de daños y después bien reafirmarnos o bien cambiar nuestros objetivos financieros según corresponda.

Pero la pérdida de confianza ha sido demasiado grande. El mercado financiero se encuentra incapaz de transmitir ideas a los inversores. En las propias redes comerciales solamente funcionan productos garantizados que actúan como trampas para la retención de los clientes. Los asesores financieros, de un plumazo, se evitan tener que dar explicaciones hasta dentro de tres o cuatro años. La comunicación entre el inversor y su asesor se ha roto y no será fácil restablecerla. Las marcas servían para dar seguridad pero ya no valen para solucionar estos problemas. Cada inversor necesita una solución, como no, personalizada.

Creo que la confianza en las personas es la única razón que puede llevar a un inversor en estos momentos a afrontar reflexiones que son totalmente necesarias y para que un comercial de una entidad financiera pueda transmitir seguridad, después de la que ha caído, es probable que una vinculación meramente económica con la misma no sea suficiente. Su proyecto será mucho más importante. El asesoramiento financiero que hemos conocido tiene que cambiar mucho en España. Probablemente hasta de nombre.

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