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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cumbre de intenciones

La II cumbre Unión Europea-América Latina y Caribe se ha saldado con grandes declaraciones de intenciones y escasos avances concretos, como suele ser habitual en este tipo de reuniones. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha recogido el testigo de la polémica y ha asegurado, con más sinceridad que ningún otro dirigente, que en esta clase de encuentros los avances son lentos y escasos.

Los acuerdos comerciales con la región, salvo el vigente con México y el firmado estos días con Chile después de 12 años de negociación, quedan supeditados a las negociaciones de la ronda de liberalización comercial que se desarrolla en la Organización Mundial del Comercio. Será, por tanto, cuando esta ronda termine (entre finales de 2004 y principios de 2005) y en el marco de los resultados que pueda alcanzar, cuando los Quince se plantearán en firme la posible negociación de acuerdos de liberalización bilateral. De aquí a entonces, muchos interrogantes planean sobre el camino de la apertura comercial como para dar por seguro el catálogo de intenciones de la cumbre.

Por el lado político, europeos y latinoamericanos se han comprometido a reforzar la cooperación, sin más apoyo que la consabida defensa de la democracia y el Estado de Derecho. Los Quince han eludido toda autocrítica por su reacción ante el golpe que derrocó al presidente venezolano y esquivado cualquier oferta de ayuda real a Argentina, un país sumido en una grave crisis que golpea a las economías de su entorno.

Pese a todo, la reunión en Madrid de los 48 jefes de Estado y de Gobierno de Europa, América Latina y el Caribe ofrece un cierto atisbo de esperanza. En un momento en que la política comercial internacional vive marcada por las últimas medidas proteccionistas aprobadas por Estados Unidos cobra especial valor el compromiso con el libre comercio lanzado por los mandatarios. Sería ingenuo pensar que la ronda de liberalización se puede llevar a cabo con éxito si Estados Unidos no se compromete con ella, pero también es cierto que las medidas de Washington podían haber provocado el inmediato repliegue de los demás países, arruinando el proceso antes de iniciarse.

Europa debe demostrar ahora con hechos cuánto de verdad hay en sus palabras. Si, como han advertido el primer ministro belga, Guy Verhofstadt, y el comisario de Comercio, Pascal Lamy, la reforma de la Política Agraria Común se pone en duda tras el aumento de los subsidios agrícolas por parte de EE UU, la proclama liberalizadora quedará en palabras vacías y el fracaso de la ronda de la OMC se puede dar por descontado.

También habrá que prestar especial atención, para ver en qué queda esa nueva cooperación política entre ambas regiones del Atlántico, a la próxima conferencia de la ONU sobre Desarrollo Sostenible, que se celebrará en Johanesburgo a finales de agosto, y en la que la UE y Latinoamérica se han comprometido a adoptar una posición común.

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