La endeblez alemana pesa
Las dificultades de la economía alemana siguen pesando sobre la recuperación europea. A pesar de que el informe anual del BCE asegura que la recuperación se ha producido ya, Wim Duisenberg mantuvo ayer la incertidumbre sobre su fortaleza. Es decir, un diagnóstico muy parecido al que el presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, mantiene sobre EE UU. Sólo que en la zona euro es la endeblez de su principal economía la que introduce las mayores dudas sobre la intensidad de la recuperación.
Los seis institutos de estudios económicos alemanes presentaron ayer su informe de primavera, en el que prevén un crecimiento del 0,9% para Alemania en 2002 (2,4% en 2003). Este dato puede resultar esperanzador porque es más optimista que la propia previsión del Gobierno alemán, que se mantiene en el 0,75%. Sin embargo, los institutos han rebajado en cuatro décimas su previsión de hace seis meses. Lo más preocupante es que, con unas elecciones en el horizonte, las autoridades alemanas difícilmente acometerán el coste político de las imprescindibles reformas estructurales que, una vez más, ha reclamado el BCE en su informe como 'única vía para incrementar la tasa de crecimiento potencial de la zona euro', que estima entre el 2% y el 2,5%. En un velado mensaje a Alemania, pero no sólo a este país, el BCE destaca en su informe la necesidad de mayor flexibilización en el mercado laboral. Los institutos, por su parte, advierten de que Alemania necesitará un severo programa de ahorro público para cumplir sus compromisos económicos con la UE.
La Comisión Europea, hoy, y la OCDE, mañana, añadirán otra avalancha de previsiones sobre la evolución europea, incidiendo en una recuperación que ningún organismo se atreve a calificar de fuerte. Bruselas revisará al alza la previsión de crecimiento para la zona euro, tal y como indicó la semana pasada en Oviedo el comisario de Asuntos Económicos, Pedro Solbes. Pero la tímida corrección esperable, apenas una décima o dos desde el 1,3% vaticinado hace seis meses, refleja el estado real de la economía europea. La inflación también sigue larvada y ni la Comisión ni el BCE consideran desterrada la amenaza.
La Comisión presentará también hoy sus recomendaciones anuales sobre política económica, en las que es seguro que volverá a denunciar la falta de competencia en numerosos sectores. En clave española, Bruselas está obligada a insistir en que la supuesta revolución liberalizadora con que arrancó la segunda legislatura del Gobierno popular no ha ido suficientemente lejos. La desaceleración ha eliminado la coartada que permitía achacar la inflación de España a la convergencia. El mal se revela cada vez más en la falta de competencia real en una economía plagada de oligopolios. Bruselas sitúa todavía la inflación en España en torno al 3% para 2002 (está en el 3,1%), y eso que probablemente sea más pesimista que el Gobierno en su previsión de crecimiento, fijado por Madrid en un 2,4%.