La familia y la política, ¿sólo lo económico?
Hace exactamente 40 años estaba en la Universitá del Sacro Cuore, de Milán, con una beca, realizando mi primer trabajo de investigación, precisamente sobre la dimensión jurídico-laboral de la familia. Me impactó la frase de Jemolo, gran civilista italiano, de que 'la famiglia é una isola en'il mare del Diritto puó lambire, ma lambire soltanto; la sua intima essenza rimane metagiuridica' ('la familia es una isla a la que el mar puede rozar, pero rozar solamente, porque su íntima esencia permanece metajurídica'). Y me impactó porque expresaba, con poesía jurídica, una verdad permanente: que la familia se sustenta en los lazos de la sangre común, del afecto mutuo (affectio familiaris), del cotidiano vivir en unión. Y que el Derecho, la norma externa, sólo entra con eficacia plena en lo patológico: pérdida de la patria potestad, malos tratos, etcétera. Y en el plano laboral, la existencia de trabajadores por cuenta ajena, en el plano de empresas familiares (sobre todo pequeñas), es algo inusual o, si es usual, es por razones de aprovechamiento de ventajas jurídicas, no por razones de seguridad personal.
Con todo lo anterior quiero dejar sentado que la familia tiene unos mecanismos internos de funcionamiento que la ley debe respetar como fundamentales. Los espacios afectivos de la sangre desplazan a los espacios coactivos de la ley. Y si no es así, malo. Un matrimonio que sólo sigue por sentencia judicial o una filiación-paternidad que se funda en la ley es algo patológico. No es natural. No puede funcionar.
Por otro lado, es importante señalar la importancia de la familia en las estructuras políticas, económicas y sociales.
No sé por qué, la defensa de la familia se ha vinculado a círculos o corrientes conservadoras, cuando no retrógradas. Tal pensamiento resulta, además de romo y chato, increíblemente regresivo, ya que un país donde no funcione la familia de un modo razonable, es un país abocado a la desintegración o, al menos, a un futuro por el que yo no apostaría. Y todo ello porque todos nosotros, en un porcentaje muy alto, estamos mediatizados, para bien o para mal, por la formación familiar, por la unión de la familia, por el ejemplo de nuestros familiares más directos. Y eso repercute luego en la sociedad de un modo altamente cualificado. Dicho de otro modo, la familia nos marca. Si ello es así, resulta fundamental la calidad, más que la cantidad. O, dicho de otro modo, es muy importante, desde el punto de vista económico, que nazcan más hijos, que se incremente la población activa autóctona, y en el caso de España, con un índice de natalidad inferior a 1,5 hijos por matrimonio, no sólo es necesario, sino imprescindible.
El PP y el PSOE han hecho unas propuestas recientemente de ayuda a la familia, que son loables en cuanto que inciden en un problema de primera magnitud, pero que siguen adoleciendo de un enfoque miope.
El PSOE ha puesto el acento en un proyecto político que lleve a la animación de la natalidad: 3.000 euros por el segundo hijo, 6.000 por el tercero, mayor actividad de los colegios, mejoras fiscales por hijos, creación de viviendas, permisos laborales más amplios, potenciación de escuelas infantiles y construcción potenciada de viviendas. Con independencia de que los números salgan, pues en materia de dar hay que tener para dar, sigue estando ausente el factor cualitativo. Es decir, fomentar políticas de apoyo a la potenciación del núcleo familiar, a la educación óptima de los hijos y a la atención a los mismos, al fortalecimiento de los valores éticos integradores de la familia, etcétera.
Ahí entra el tema de los medios de comunicación, especialmente la televisión, el desarrollo de asociaciones tuteladoras de los valores familiares (sean privadas o públicas), a los programas educativos, especialmente en la enseñanza primaria y secundaria, y a otro tipo de acciones que tiendan no sólo a que haya más familia, sino mejor familia.
El Partido Popular al marcarse el objetivo de fomentar la solidaridad intergeneracional, establecer condiciones más favorables para el cuidado de los hijos y facilitar el acceso a la vivienda de los jóvenes, también entra en el terreno cuantitativo, quedando pendiente la profundización en lo cualitativo.
Lo importante es que la familia parece entrar entre los objetivos importantes de los partidos políticos más relevantes y sería muy deseable que ambos vieran lo mejor de ambos para lograr una mejora de la actual legislación y praxis en el mundo familiar.
Hay temas en los que políticamente hay que sumar y no restar. Y éste es uno de ellos. Creo que es importantísimo que crezca la tasa de natalidad, porque, de lo contrario, seremos un país lleno de jubilados -muy activos, pero jubilados-, y con inquietantes incertidumbres en materia de inmigración, sistemas de pensiones, laboralidad y empuje vital.
Pero una vez logrado el incremento de la natalidad -y ahí sí que pueden funcionar las subvenciones y las políticas animadoras de vivienda, permisos laborales, etcétera-, hay que plantearse a fondo el tema de qué hay que hacer con esos hijos para que contribuyan a hacer una España creativa, sana moralmente y dinámica, a través del empuje de la familia y los miembros que la componen.