Jazztel olvida la expansión y busca la supervivencia
Jazztel ha puesto definitivamente las cartas boca arriba. La completa reestructuración de la deuda anunciada la semana pasada constata la necesidad de abrir paso a una nueva época en el mundo de las telecomunicaciones, de concentrar lo que lleva escasos años expandiéndose y de intentar salvarse para no ser uno de los que se queden en el camino.
La idea de Martín Varsavsky fue desde el principio una apuesta a cara o cruz. Nació con la suerte y el ciclo económico de su lado y con el apoyo de muchos, inversores y accionistas, convencidos de que era posible que una empresa sin socios de la vieja economía ni ex monopolios en su capital pudiera plantar cara a Telefónica. Hubo algunos sobresaltos iniciales. Varsavsky tuvo que cancelar la primera emisión de bonos de alto riesgo en plena presentación internacional por la crisis de la deuda rusa y las reticencias de la CNMV obligaron al operador español a cotizar exclusivamente en Estados Unidos al principio de su existencia. Pero Jazztel consiguió sin demasiadas dificultades una financiación para su proyecto de 1.686 millones de euros.
Y se dispuso a utilizarlos. En un proyecto de operador global, Jazztel abrió una guerra de precios en telefonía fija, con una agresiva campaña comercial como bandera. Puesto el pie en el negocio más tradicional de las telecomunicaciones (a él ha dedicado la mayor parte de los 627 millones de euros invertidos), la compañía se marcó objetivos más ambiciosos. Eran las épocas en las que cada acción de Jazztel valía más de 120 dólares en el Nasdaq y la capitalización marcaba un máximo en 8.802 millones de euros.
De la mano de Deutsche Telekom, concurrió a la licitación española de telefonía móvil UMTS. La perdió y hoy lo consideran una suerte. Sí ganó, en cambio, la concesión de telefonía local vía radio y ha tenido que hacer frente a la quiebra de socios y a inversiones que tienen que realizarse cuando el ciclo económico ya no acompaña. También cumplió sus aspiraciones de ser el primer operador de la península Ibérica y se implantó en Portugal.
Dos años después, la situación ha cambiado radicalmente. El objetivo prioritario de Jazztel ya no es la expansión sino la supervivencia. Y en esta lucha pesan más las finanzas que los teléfonos.
Liberalización fallida
Es cierto que la liberalización no ha cumplido las expectativas y que las nuevas telefónicas, Retevisión, Uni2, Jazztel..., cargan al unísono contra la regulación. También pesa mucho la actitud de Telefónica, que ha cerrado el cuarto año en competencia con una cuota de mercado en telefonía fija del 85%. La operadora fundada por Varsavsky ya ha tomado cartas en este asunto y, ante el estrechamiento de los márgenes y la caída de los ingresos, ha decidido dejar en un segundo plano la telefonía indirecta y centrarse en la parte del negocio más rentable, el acceso directo a los clientes.
Pero si los problemas operativos son acuciantes, más lo son los financieros. Después de dos años de crisis bursátil y de confianza, las tres formas tradicionales de financiación para quienes no tienen socios de renombre (bonos, acciones y préstamos bancarios) están cerrados y no hay perspectivas de que se abran en, al menos, un año y medio.
'Estamos metidos en una carretera que no tiene gasolineras', explican fuentes directivos de Jazztel. La compañía, aseguran, tiene financiación para llegar muy cerca del final de su andadura (fechado a finales de 2004, cuando consiga generar flujo de caja), pero no tendría flexibilidad para afrontar otro golpe de mar ni para aprovechar las oportunidades de consolidación que se presenten. Y en Jazztel están seguros de que así será, como lo demuestran sus negociaciones con Uni2.
La Bolsa también pesa como un lastre, en una caída que parece no tener fin. La compañía ha perdido un 97,8% de su valor desde los máximos de marzo de 2000 y la deuda es una de las principales causas. El mercado no ofrece alternativas. Un proyecto como el de Jazztel no tendría ningún respaldo si no estuviera financiado al 100% desde el principio. A la vez, es esta financiación la que se come con los intereses los ingresos generados.
Es en este contexto cuando los ejecutivos de la compañía han dicho basta y han planteado al mercado un canje de deuda por capital. Si la operación tiene éxito, Jazztel saldrá de ello como una operadora sin el lastre de la deuda y habrá superado uno de sus problemas (el financiero), pero a costa de los accionistas.
Una operación con reacciones divididas
El canje de deuda por capital es una operación difícil de valorar. El efecto para los accionistas es claro, ya que implica una fuerte dilución, pero a la vez los inversores tienen que descontar cuál sería el futuro de la compañía si no hubiera tomado esa decisión. Los vaivenes de la semana pasada tienen mucho que ver con esto y con el carácter de inversión especulativa que tiene la acción.
La cuantía final de la dilución para los accionistas dependerá de la negociación que se haga con los bonistas. Los 676 millones de euros de deuda en bonos de alto rendimiento valen en el mercado unos 135 millones, ya que cotizan a un 20% de su valor nominal. A pesar de que este precio implica casi expectativas de quiebra, Jazztel tendrá que ofrecer a los dueños una prima para que acudan al canje y este premio estará dividido en efectivo (probablemente se repartirá entre ellos la tesorería que la compañía tiene bloqueado para el pago de intereses y que asciende a 100 millones de euros) y acciones. Con una cotización bursátil de 187,45 millones, por escasa que sea la prima en acciones, los bonistas se harán con un mínimo del 50% del capital de la empresa.
El efecto negativo para los accionistas, entre los que se encuentra Varsavsky, es claro, pero también lo es la oportunidad que presenta la cotización de los bonos. Jazztel podrá recomprar 676 millones de euros a un cuarto de su valor y ahorrarse el pago anual de los intereses (a los que destinaba casi la mitad de los ingresos) y el pago del total a vencimiento. A la vez, la tesorería que le queda a Jazztel ya no es lo suficientemente atractiva como para que los bonistas prefieran la liquidación antes que el canje.
La clave para valorar la operación está, a juicio de los analistas consultados, en determinar si generará o no valor para la compañía, sobre todo en un entorno de concentración del sector. Porque la opinión unánime es que la cancelación de la deuda es un paso previo a la fusión con alguna de las operadoras españolas, con Uni2 a la cabeza. Con un balance saneado, la opción de volver a ampliar capital para absorber un rival no es descartable.