Se busca al que toca la corneta
Los mercados del mundo han perdido su identidad, han renegado de sus propios fundamentos y, unidos de la mano, suben o bajan en la misma proporción. No hay distingos desde hace ocho semanas. En el tramo final de la pasada, el mercado tecnológico estadounidense Nasdaq hacía aguas por todas partes y el Dow Jones de Industriales se precipitaba hacia la zona técnica y psicológica de los 10.000 puntos.
El más amplio S&P 500 reflejaba, asimismo, una debilidad de fondo importante. Un repaso a lo escrito y dicho esos días provoca sonrojo, porque todos los analistas cotizaban lo peor, la posibilidad de nuevos mínimos en los índices más importantes.
Hoy el cantar es otro. La ley del péndulo ejerce toda su influencia, sin ambages. Los extremos se tocan.
La facilidad con que se pasa del cielo al infierno no tiene precedentes. Lo más curioso de este proceso es la uniformidad de movimientos de los mercados de acciones del mundo. Lo que se preguntan los observadores es quién toca la corneta y por qué toca la corneta. Hay como una sombra de misterio, esa magia que siempre se ha atribuido a los procesos bursátiles y que no es otra cosa que actuaciones oscuras de los iniciados. En la jerga de los analistas y bolsistas hay mucho de esto.
La corneta la toca el Gran Hermano, dicen los mejor informados, con la partitura de unos beneficios empresariales en Estados Unidos que son malos, pero, ahí está el pero, con advertencias de que los próximos resultados serán mejores.
Recuerdan los analistas más fríos que en el primer trimestre de 2001 la secuencia de los mercados de acciones estadounidenses respecto a la interpretación de los resultados empresariales fue la misma, pero que el futuro fue tozudo y no dio la razón a los agitadores. Vuelve la propaganda.