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La enoteca

Cristal y vino

La copa es el continente más indicado para el disfrute del vino. Sus formas, sus tamaños, la comodidad de su manejo están pensados y adecuados para extraer el máximo placer, tanto por la apreciación del color como por la facilidad en la percepción del aroma y por la pulcritud de su consumo.

Las características generales más apropiadas que debemos exigir a una copa son las siguientes:

El cristal cristal debe ser transparente, fino e incoloro. A ser posible sin tallar y preferiblemente de cristal soplado. Esta cualidad nos permitirá descubrir sin problemas el color del vino, su limpidez, su burbuja en el caso de vinos espumosos, el brillo y la capa.

La capacidad siempre será superior a 210 ml, que posibilite un servicio de un tercio de su capacidad. Así se podrá observar sin problemas el ribete del vino (que se interpreta con una inclinación de la copa) y permitirá agitar el vino en la fase olfativa sin peligro de derramarlo.

La forma varía dependiendo del vino a degustar, pero mantiene siempre un diámetro inferior en la boca que en su parte más ancha para orientar apropiadamente los aromas.

El fuste o tallo debe ser alto y fino, con objeto de que pueda sujetarse con facilidad.

La copa siempre se coge por el tallo con la intención de no ensuciar el cáliz ni aumentar la temperatura del vino en el contacto con la mano (nuestra temperatura corporal ronda los 37º C y el vino nunca se sirve a una temperatura superior a los 18º C).

Siempre hay que hacer una distinción entre la copa de cata empleada por el profesional y la copa de mesa. Existe una copa normalizada definida por un grupo de expertos franceses y normalizada por Afnor (Asociación Francesa de Normalización) que se emplea de manera general en todas las catas profesionales. Su capacidad es de 225 cl, con una proporción del 9% de plomo y un borde regular y liso. Es el famoso catavinos.

Las copas más sofisticadas y deseadas del mundo son las creadas por el cristalero austriaco Georg Riedel, que ha diseñado copas específicas para cada cepa y cada región, buscando la máxima expresión del vino. En general, para vinos tintos y blancos la copa más utilizada es la bordelesa.

En el caso de los vinos espumosos la copa tipo flauta es la más utilizada, que permite observar la burbuja en su rápido ascenso. En la actualidad las copas anchas y bajas se han desestimado por completo. Los vinos olorosos y generosos, por su parte, se suelen servir en copas tipo catavinos de menor tamaño.

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