Muchos 'fondos' y pocos recursos
En la Conferencia Internacional para la Financiación del Desarrollo celebrada en Monterrey se desplegó la imaginación en los debates proponiéndose diversas formas para reunir fondos para combatir la pobreza, pero se encogió la voluntad real a la hora de comprometer los recursos necesarios. Empezó el presidente venezolano, Hugo Chávez, sugiriendo crear un fondo con el 10% de la duda externa, otro tanto de los gastos militares y diversos porcentajes provenientes de la lucha contra el narcotráfico y la corrupción. Más seria fue la fórmula del primer ministro belga, Guy Verhosftadt, consistente en aportar el 1% del PIB de los países desarrollados para reducir la deuda de los más pobres. También la ministra alemana de Cooperación Económica llevó las actualizaciones de la tasa Tobin, elaboradas por el profesor de la Universidad de Francfort, Paul Bernd Spahn.
Tampoco faltaron discursos imaginativos nada más iniciarse las sesiones, como los del ministro del Tesoro británico, Gordon Brown, que asimiló la lucha contra la pobreza a la lucha contra el terrorismo, instando a concitar el mismo grado de consenso internacional frente a la primera que el logrado contra el segundo. Ciertamente, y aunque sea una comparación vidriosa, la pobreza provoca muchas más víctimas mortales cada minuto que pasa que las originadas por la violencia terrorista e incluso más que las que dejan las guerras, sólo que aquellas, las más cotidianas y numerosas, no se transmiten en tiempo real por los medios de comunicación. Hasta el presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, se refirió al 11 de septiembre para hacer un paralelismo entre el muro de seguridad entre el primer y el tercer mundo derribado estrepitosamente con los atentados y el muro de la desigualdad para llamar a la 'guerra contra el enemigo común, que es la pobreza'.
Pero la Conferencia de Monterrey venía condicionada por actitudes políticas menos audaces. En el proyecto de conclusiones y decisiones de la conferencia, aprobado en la Asamblea General de las Naciones Unidas se decía: 'El sector privado tiene que convertirse en el principal actor del desarrollo de los países del sur'. Siendo inexcusable tal exigencia a los grupos industriales y financieros privados que han expandido sus negocios en un mundo globalizado, que obtienen buena parte de sus beneficios en países en vías de desarrollo sin que una parte apreciable revierta en el progreso de los pueblos donde rentabilizan sus inversiones, no es muy coherente con el proteccionismo que practican los poderes públicos de los países desarrollados, que sirve de tutela de los intereses de los mismos grupos económicos y de sectores como la agricultura que impiden el acceso a los mercados de los productos de los más pobres y presionan a la baja el precio de sus materias primas.
En todo caso, pedir una mayor implicación del sector privado en la erradicación de la pobreza no puede servir de excusa para que los Gobiernos del mundo industrializado rebajen sus aportaciones. El secretario general de la ONU, Kofi Annan, solicitó incrementar las ayudas en 57.000 millones de euros anuales para cumplir con el objetivo de la Cumbre del Milenio de reducir a la mitad la pobreza para el año 2015. Pretendía invertir la tendencia que viene marcando una caída de la tasa media de las ayudas desde principios de los noventa, habiendo pasado del 0,33% del PIB al 0,22%. Una evolución que aún resulta más censurable si se recuerda el compromiso de Naciones Unidas, de 1970, de dedicar el 0,7% del PIB a la cooperación para el desarrollo.
Las respuestas estaban confeccionadas de antemano. La UE llegaba a Monterrey con el acuerdo pergeñado en Barcelona de aportar 7.000 millones de dólares, que equivale al 0,33% de su PIB, y EE UU que hoy dedica el 0,10% de su PIB, la aportación más baja de todos los países desarrollados, iba dispuesto a limitar su ayuda en 5.000 millones de dólares. Aunque finalmente ha llegado a 10.000 millones, no se ha logrado sumar la cantidad necesaria para combatir eficazmente la pobreza. Si tenemos en cuenta que a raíz del 11 de septiembre aumentaron el presupuesto de defensa en 48.000 millones de dólares, habrá de concluirse que la pobreza inquieta la quinta parte que el terrorismo, a pesar de las buenas palabras de algunos ministros y mandatarios en Monterrey.