HP, la fusión interminable
La mayor operación empresarial de un año de secano en cuanto a grandes fusiones y adquisiciones se está convirtiendo, sin embargo, en la más agitada de los últimos tiempos. En septiembre de 2001 la fotografía de Carly Fiorina, presidenta de Hewlett-Packard (HP), y Michael Capellas, su homólogo en Compaq, ambos sonrientes, llenaron las páginas de los periódicos. HP había acordado la compra de Compaq mediante el intercambio de acciones, y una vez que obtuvieran el visto bueno de las autoridades de la competencia, mero trámite en este caso, se procedería a una unión valorada en 25.000 millones de dólares para crear una compañía capaz de hacerle sombra a la todopoderosa IBM.
Pero el camino se torció. A los herederos de los fundadores de HP, que en conjunto disponían del 18% de la empresa, ya les había gustado poco que Fiorina hubiera removido los cimientos de la filosofía HP Way (el estilo HP) con masivos despidos, pero lo de absorber una Compaq con problemas, en un mercado estancado y con escasas perspectivas de rentabilidad comparadas con el negocio de su compañía, se les antojaba 'un error de 25.000 millones de dólares'. Walter Hewlett, músico, académico y también consejero de HP, puso a la familia en pie de guerra y mostró a la activa Fiorina que, con todo lo poderosa que es la multinacional, sus raíces son familiares. Su argumento, que coincide con el de varios analistas, es que ambas empresas no son complementarias y que el sueño de Fiorina, hacer una IBM 2, es un suicidio empresarial.
La activa Fiorina, una de las ejecutivas con más prestigio de EE UU, empezó a observar cómo su propuesta se iba desvaneciendo. Y eso en un escenario con todos los elementos de una singular campaña electoral: anuncios en prensa a toda página por ambas partes diariamente, conferencias con analistas, páginas de Internet defendiendo una u otra postura. Fiorina, por un lado, y Hewlett, por el otro, querían llegar a la junta del pasado martes con todo atado.
No lo consiguieron a pesar del dinero invertido. El presidente de Compaq dijo que en los seis meses de campaña su empresa se ha gastado unos 50 millones de dólares, mientras HP ha invertido 100 millones, y Walter Hewlett, al menos 12 millones de dólares. Total: 162, casi tanto como los 187 millones de la campaña a la presidencia de George Bush y mucho más que los 133 del derrotado Al Gore.
Hay más contrasentidos. Apenas se sabe nada oficial del escrutinio de la votación de HP tres días después de celebrarse. Si fue escandaloso que en EE UU se contaran mal y lentamente los votos para elegir al actual inquilino de la Casa Blanca, que con un colegio formado sólo por los accionistas de HP y en el corazón del mundo tecnológico no se conozca aún el resultado hace dudar si las empresas de alta tecnología saben aplicar sus propias recetas. Y es que los votos de HP se van a contar a mano. El peligro para ambas compañías y sus accionistas es que todo acabe en un litigio.