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Conflicto

Gibraltar se aferra a Londres para conservar su mayor nivel de renta

Los Gobiernos de Madrid y Londres han anunciado que antes del verano habrán sellado un acuerdo sobre Gibraltar. El conflicto, abierto en 1713 con la firma del Tratado de Utrecht, parece a punto de diluirse, aunque con la oposición de la población de la Roca. Los gibraltareños no esconden que prefieren ser una colonia británica a integrarse en España con plenos derechos. Las causas son económicas, ya que la renta per cápita local triplica a la gaditana, pero también históricas, su profundo resentimiento hacia Madrid

No queremos ni soberanía ni cosoberanía española por las formas, por miedo y por humillación', dice Peter Isola, presidente de la Cámara de Comercio de Gibraltar. Isola sostiene que los empresarios que representa se sienten traicionados por Londres, 'no por Madrid, que hace 300 años que pide lo mismo, soberanía', porque se ha iniciado un diálogo 'en el que Gibraltar no está'. Este hecho lo interpreta como 'la moneda' que el primer ministro británico, Tony Blair, está dispuesto a pagar 'para que España le permita ganar peso en la Unión Europea, frente a París y Berlín'.

A la 'traición' de Londres sucederá, en opinión de Isola, el 'chantaje' de Madrid: 'Todo el mundo sabe que nunca aceptaremos ningún acuerdo en el que no hayamos participado, pero a partir de ese momento la respuesta del Gobierno de Madrid será 'firma aquí' si quieres algo de España'.

¿Por qué no quieren los gibraltareños ser españoles? Las respuestas vienen de la mano de la economía y la historia. La renta per cápita asciende a 21.534 euros, un 178% más que sus vecinos gaditanos. Sólo hay un parado por cada grupo de 41 trabajadores, mientras en Cádiz hay un desempleado por cada 2,8 ocupados.

El dato más significativo, sin embargo, es el número de empresas: hay más sociedades que población (28.000 firmas, frente a 27.033 habitantes). Este elemento, obviamente, obedece al carácter financiero y fiscal de la Roca. Instituciones políticas y empresariales rechazan que Gibraltar sea un paraíso fiscal para lavar dinero de procedencia ilícita o evadir impuestos.

Centro financiero

Ahora que la OCDE está dispuesta a excluir a Gibraltar de su lista negra de refugios fiscales opacos, los gibraltareños ven corroborado su punto de vista: 'Somos uno de los centros financieros internacionales con más normas y más estrictas. No somos piratas, somos decentes', apostilla el empresario Bruno Callaghan. 'Reto a cualquiera a que coja un maletín de dinero y trate de ingresarlo en un banco', desafía Andrew Haynes, director de la Cámara de Comercio.

Desde el año pasado es obligatorio presentar cuentas, pero la obligación sólo afecta a aquellas sociedades con beneficios. En cualquier caso, el Gobierno se ha comprometido al intercambio de información en asuntos criminales, 'porque nosotros sí sabemos quiénes son los dueños de todas las sociedades', matiza Guy Canessa, adjunto a la dirección del departamento del centro financiero.

Hay 8.800 empresas exentas de impuestos (porque tienen la sede social, pero no actividad en Gibraltar) y otras 120 cualificadas (disfrutan de un régimen fiscal mínimo y pueden tener actividad en la zona). Además no se aplica el IVA.

El Gobierno que preside Peter Caruana prepara una reforma del sistema fiscal para acabar con la discriminación impositiva, aunque aún no ha explicado cómo compatibilizará el pago de impuestos con el atractivo como centro financiero, actividad que junto al puerto y el turismo mantienen la economía del Peñón. Sin embargo, pocos gibraltareños aluden a cuestiones económicas para explicar por qué prefieren ser una colonia británica. 'Si aceptáramos la soberanía española ya nunca tendríamos más problemas por nuestras particularidades económicas', vaticina Peter Isola.

'Aquí los servicios son más caros que en España o Reino Unido', indica María Lou Guerrero, presidenta de la federación de pymes. 'Tenemos que fabricar nuestra propia luz y desalar el agua que bebemos. Pago todos los meses 120 euros por la luz que consumo en mi casa. Además, los gibraltareños pagamos muchísimo, porque nos autofinanciamos, aquí Londres no envía una libra'.

María Lou Guerrero no duda: 'No quiero ser española, porque soy británica. A lo mejor si las relaciones con España hubieran sido normales ahora nos sentiríamos españoles, pero mi generación no ha conocido una relación normal. La cosa se puso tonta en 1954, cuando vino la reina Isabel II, empeoró en 1969 al cerrar Franco la frontera y aunque reabrió en 1985, todavía no se han normalizado las relaciones'.Más de 25.000 personas, según fuentes policiales, de las 27.000 que habitan el Peñón, recorrieron ayer Gibraltar bajo el lema de 'No a concesiones esenciales contrarias a nuestros deseos y sí a un diálogo razonable', en alusión a un eventual acuerdo entre España y Gran Bretaña que cuestione la actual soberanía británica de la Roca. El ministro principal, Peter Caruana, encabezó la marcha y reiteró su rechazo a que los Gobiernos británico y español suscriban, sin la participación del Ejecutivo local, un acuerdo conjunto de soberanía.Más de 25.000 personas, según fuentes policiales, de las 27.000 que habitan el Peñón, recorrieron ayer Gibraltar bajo el lema de 'No a concesiones esenciales contrarias a nuestros deseos y sí a un diálogo razonable', en alusión a un eventual acuerdo entre España y Gran Bretaña que cuestione la actual soberanía británica de la Roca. El ministro principal, Peter Caruana, encabezó la marcha y reiteró su rechazo a que los Gobiernos británico y español suscriban, sin la participación del Ejecutivo local, un acuerdo conjunto de soberanía.

Conflictos con el teléfono, la frontera y el aeropuerto

 

Domingo, 9.20 horas de la mañana. 300 vehículos, la mayoría españoles, esperan pacientes 45 minutos en la frontera de Gibraltar para entrar en España. Nada justifica la lentitud. Tampoco nadie pregunta. Es habitual.

 

 

 

 

 

 

 

'La frontera es un barómetro para saber cómo van las relaciones entre España y Reino Unido', argumenta el empresario Bruno Callaghan, que vive en España y es cliente habitual del aparcamiento Fo Cona -traducción literal de Four Corner, Cuatro Esquinas- de La Línea, cuando las colas en la frontera empeoran. 'Pueden ser hasta de ocho horas'.

 

 

 

El perjuicio no es sólo para los gibraltareños. También lo viven los más de 4.000 españoles que trabajan en la Roca. El teléfono es otro conflicto. El código internacional de Gibraltar es el 350, salvo en España, donde se le adjudicó el 9567 y números que invariablemente comienzan por cuatro, cinco y siete. La numeración se ha agotado y España se resiste a darle otros números. Y los móviles gibraltareños tampoco funcionan en España.

 

 

 

Finalmente está el aeropuerto. En 1987 España y Reino Unido firmaron un acuerdo de uso conjunto que nunca se ha aplicado porque Gibraltar lo rechazó.

 

 

 

Estos conflictos han sucedido al traumático cierre de la frontera que en 1969 dejó a los gibraltareños confinados en un territorio de 6,5 kilómetros, sin teléfono ni suministros. Sólo tenían conexión aérea con Londres y marítima con Tánger. Nadie en la Roca ha olvidado lo que consideran un asedio.

Las empresas piden centrar el diálogo sobre intereses comunes

 

'Qué sentido tiene reclamar soberanía en un momento en que todos los países la están cediendo a favor de la Unión Europea', se cuestiona James Gaggero, que dirige Bland Group, una compañía de transporte y turismo en la que se integra GB Airways, con ventas anuales de 289 millones de euros.

 

 

 

 

 

 

 

Gaggero coincide con todos los empresarios consultados en la Roca en que es necesario el diálogo, pero 'sobre aquello que nos une, no sobre lo que nos separa'. En este sentido, propone abrir un proceso en el que se aborden cuestiones como el aeropuerto y el espacio aéreo (si un avión de GB Airways no puede aterrizar en Gibraltar por mal tiempo tiene que desplazarse a Tánger, porque no puede fletarse ningún vuelo de Gibraltar a España).

 

 

 

'Somos británicos, pero el Reino Unido está a 2.000 kilómetros y vivimos en la zona, tenemos casas en España, buenas relaciones con nuestros vecinos del Campo de Gibraltar', recalca Gaggero, que demanda a España abrir un 'proceso' que genere confianza 'y a lo mejor dentro de 50 años sí se puede hablar de otras cosas, porque ya no nos sentimos tan británicos'.

 

 

 

'Si te gusta una mujer, para enamorarla tienes que enviarle flores, invitarla a cenar, eso es lo que España tiene que hacer con los gibraltareños. En ese caso sí sería posible que la soberanía fuese diferente dentro de 100 años', concluye el empresario Bruno Callaghan.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una generación británica

 

 

 

Gaggero, Callaghan, los directivos de la Cámara de Comercio y el propio ministro principal de Gibraltar, Peter Caruana, son los exponentes de una generación que no tuvo relaciones con el entorno español. La frontera cerró cuando eran niños.

 

 

 

 

 

 

 

En el colegio siguieron el sistema de enseñanza británico y después se desplazaron a universidades del Reino Unido. Volvieron a Gibraltar cuando ya tenían su formación consumada. Muchos de ellos se expresan con serias dificultades en un español con profundo acento gaditano.

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