Maquillaje para Monterrey
Me siento raro aquí', dijo Bono, el líder del grupo irlandés U2, mientras participaba en una de las conferencias que celebró el Foro Económico Mundial en Nueva York en febrero. Pero parece que el cantante, quien desde hace años se ha significado en los actos de lucha contra la pobreza y las desigualdades, se va habituando a compartir tribuna con dignatarios. La pasada semana lo hizo con nada menos que con el presidente de EE UU, George Bush, quien en un acto en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), anunció una propuesta para crear un fondo, la Cuenta del Reto del Nuevo Milenio, para ayudar a los países pobres. Bajo la mirada de Bono y del cardenal de Washington, Theodore McCarrick, el presidente dio a conocer su iniciativa. Se trata de un compromiso de entrega de 5.000 millones de dólares (5.750 millones de euros) en concepto de subsidios a naciones pobres que se comprometan a respetar los derechos humanos, desalojar la corrupción y abrir sus mercados. Un matiz importante: esta ayuda no se liberará hasta 2004. Según Bush, la ayuda puede aliviar la desesperanza que favorece el crecimiento de la militancia islámica. De acuerdo con sus palabras, 'la pobreza no causa el terrorismo pero lo alimenta'.
En realidad, esta ayuda se puede considerar como parte de la campaña contra el terror que libra este país desde que el 11 de septiembre de 2001 aprendiera dolorosamente que no hay nación invulnerable. El hecho de que haya sido la consejera de seguridad nacional, Condolezza Rice, la que haya diseñado el plan y no el secretario del Tesoro, Paul O'Neill, es un detalle de la importancia estratégica de esta partida. El presidente además se quiere presentar con los deberes hechos a la Cumbre sobre la pobreza que se celebra desde hoy en Monterrey (México). Con este gesto, Bush pretende evitar ser el blanco de las críticas europeas y de los defensores de la puesta en marcha de un nuevo Plan Marshall al que la administración, por boca de O'Neill, se ha opuesto. Y es que hay que situar las cosas en su contexto, para entender las críticas a la nación más poderosa de la Tierra. El presupuesto de ayuda a los países pobres por parte de EE UU ha ido cayendo de forma continuada en los últimos 15 años para dejarlo en el 0,1% del PIB. No sólo es la menor contribución de los países en desarrollo sino que es un décimo del porcentaje que desde EE UU se dedicó en los años cincuenta al auténtico Plan Marshall.
Por ser una ayuda y porque a nadie le amarga un dulce, las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) han dado la bienvenida a este plan pero no han dejado de comentar en voz alta sus reservas. Primero a algo tan incomprensible como la fecha en la que está previsto que empiecen a fluir los fondos: 2004. 'Poco y tarde', dicen desde el partido demócrata y asienten las ONG. Desde estas organizaciones han surgido críticos como el presidente de Oxfam América, Raymon Offenheiser, que ha recordado que el fondo 'no es comparable con lo que se está gastando en la guerra contra el terrorismo'. Este y otros dirigentes de ONG creen que EE UU puede aportar más y plantear menos condiciones. ¿Quién prueba que un país está dejando de lado la corrupción? Los países que además de pobres tengan un régimen corrupto ¿están castigados sin ayuda? ¿Irá todo este dinero sólo a naciones amigas? Son algunas preguntas que se hacen las ONG. Algunos ya dudan que además de Afganistán otros países vean ni un dólar de esta cuenta.