La soledad de los grandes
La Bolsa española no acaba de tirar la casa por la ventana y subirse, de este modo, al carro de las mejoras que experimentan los principales mercados de acciones del mundo. Tampoco, eso sí, tira la toalla. Dicen los observadores que la Bolsa nacional sufre las consecuencias de la escasa afluencia de dinero, de la ausencia del inversor final.
Este fenómeno, para los más optimistas de pura resignación y de espera de tiempos mejores, está justificado por el fuerte peso que en la composición de los índices tienen Telefónica y los grandes bancos.
Respecto a la operadora, de poco sirven las buenas perspectivas que define un endeudamiento asumible y una buena capacidad de generación de caja. La crisis de Enron, cuentan ahora los expertos, se asemeja a la rotura de una presa. Se han intentado tapar las grietas, pero la fuerza del agua es mayor.
Han saltado por los aires auditoras de renombre, algunos bancos de negocios están seriamente tocados, otras grandes compañías copiaron los métodos de ésta y, lo que es peor, la enronitis ha transmitido una desconfianza desconocida hasta ahora a los mercados.
Los grandes valores que cotizan en las Bolsas del mundo están bajo la lupa de inversores, gestores e investigadores. La operadora española no es ajena a la desconfianza. Simplemente, por puro mimetismo, que es lo que siempre sucede. También cuando los sentimientos y corrientes dominantes en las Bolsas son favorables.
Los bancos, mientras tanto, han mejorado en el capítulo de recomendaciones, pero el dinero no llega. Cuentan los analistas que los grandes valores están solos y que sin la anuencia de ellos resulta muy difícil que el mercado español eche a andar con soltura por la senda de la recuperación de precios y volúmenes. Lo mejor en la coyuntura actual es la resistencia a la baja.