Greenspan y la teoría del vaso de agua
El discurso pronunciado por Alan Greenspan el miércoles fue ayer la gran referencia de los informes de situación de las principales firmas del mercado. La perorata fue amplia, con más enjundia de la prevista y, como siempre, colmada de ambigüedades si por ello se entiende la ausencia de una apuesta concreta.
El presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos se ajustó, por tanto, al guión previsto. No hubo sorpresas, porque Greenspan suele ser siempre filósofo de sus pensamientos. En contadas ocasiones se salta la partitura y señala con el dedo acusador.
Coincidían ayer los observadores en que Greenspan ha vuelto a dar la razón a todos, como esa vieja teoria del vaso cubierto de agua sólo hasta la mitad. Los optimistas dirán que el vaso está medio lleno, los pesimistas, que medio vacío.
Los pesimistas han entendido bien al proclamar que Greenspan ha dado por cerrada la recesión y que además los tipos de interés no subirán durante algún tiempo. Los pesimistas también se cargan de razones cuando aducen que el discurso de marras apuesta por crecimientos lentos, más moderados de lo esperado y, claro está, muy sensibles a las incertidumbres.
Esta confrontación de pareceres explica, ante todo, un hecho que quizá no ha sido suficientemente reflejado. La euforia de los índices del miércoles no se vio arropada en ningún momento por volúmenes de negocio consistentes. O lo que es lo mismo, el dinero sigue en sus cuarteles de invierno y el discurso de Greenspan tampoco ha tenido la fuerza suficiente, la capacidad de convicción necesaria para que abandone esa postura y adopte posiciones de compra más agresivas.
Las Bolsas, así, vuelven a estar condicionadas por el más rabioso corto plazo y, una vez más, a merced de los movimientos intradía de los operadores.