Chamartín, ¿consenso para especular?
Cunde el desconcierto entre los ciudadanos de a pie ante el tipo de oposición o, mejor dicho, la renuncia a hacer oposición del Partido Socialista, que recibió ese encargo en las elecciones de 1996 y le fue renovado en las de 2000. Algunos ejemplos del comportamiento del grupo parlamentario del PSOE, tomados al azar en estos últimos días, confirman la existencia de sobrados motivos para que la ciudadanía y en particular el electorado socialista se muestren atónitos.
Veamos. Comparece en la Comisión Constitucional del Congreso el presidente de la Agencia Efe, empieza por objetar la presencia de algunas personas en la sala, repite sus historias preferidas, reitera la venta de humo, rehuye respuestas sobre la manipulación informativa y los portavoces socialistas se abstienen de impugnarle de modo frontal y le dejan salir indemne después de la tomadura de pelo de enseñar como logrados los resultados positivos imaginados para 2003.
Su osadía llega a presentar Efe como un continuo al servicio de la idea de su fundador el cuñadísimo Serrano Súñer, que la concibió para la propaganda franquista de los años triunfales, los mismos de la censura, de las consignas, de la sangrienta represión, del hambre, de las cartillas de racionamiento y de la revolución nacional sindicalista por el imperio hacia Dios con esos niños vestidos de idiotas mandados por un idiota vestido de niño entonando montañas nevadas (léase para más detalle la biografía autorizada de Efe escrita por Víctor Olmos sin la más elemental distancia crítica sobre la actitud servil y propagandística de la Agencia, cuya exhumación causa repugnancia al más mínimo sentido profesional del periodismo).
El miércoles de la pasada semana, en la Comisión de Defensa, donde se dictaminaban dos proyectos de Ley, el del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y el de su control judicial, el portavoz socialista interviene para lanzarse a una defensa encendida de los proyectos de ley remitidos por el Gobierno, hasta el punto de vaciar de argumentos al portavoz del PP y además para arremeter contra las enmiendas presentadas por los grupos parlamentarios Mixto, Nacionalista Vasco, de Convergència i Unió y de Izquierda Unida.
Increíble pero cierto. Todo el gasto argumental, todo el coste político corrió a cargo del portavoz socialista en un gesto de masoquismo sorprendente, habida cuenta de las agresiones que a propósito de los servicios de inteligencia recibieron los Gobiernos socialistas de aquella oposición sin cuartel con que les obsequiaban los del PP.
Ayer mismo, en la Comisión de Control de la Radio y la Televisión públicas, hubo sesión para que compareciera la presidenta del Consejo de Administración de RTVE y alardeara del documento aprobado en esa instancia a propósito del tratamiento informativo del terrorismo.
Indignaba escuchar pretensiones morales por parte de quienes 24 horas sobre 24 son un modelo escandaloso de manipulación informativa. Todo eran felicitaciones. Las más obligadas, las del portavoz del grupo Parlamentario Popular, Rafael Hernando, el mismo que denunció la destrucción de las grabaciones de TVE sobre momentos desfavorables o desairados del anterior presidente del Gobierno, Felipe González, el mismo que una vez comprobada la falsedad de semejantes imputaciones sigue sin rectificar y tan campante, el mismo que en atención a los servicios prestados en la campaña de difamación antisocialista ha sido ascendido a los máximos órganos ejecutivos del aznarismo.
Hubo algún reparo de la portavoz de Izquierda Unida y alguno más sustancial del representante del grupo del Partido Nacionalista Vasco, José Juan González Txavarri, pero en el turno socialista todo fueron felicitaciones.
Decía la compareciente, con su presidencia del Consejo de RTVE a cuestas, que habían preferido ahorrarse un código deontológico porque lo entendían como el umbral de la censura. Asombra tanto desparpajo cuando todos tenemos ocasión de experimentar a todas las horas del día y de la noche que RTVE está mucho más allá de la censura: se encuentra reducida a la condición de servicio doméstico en la sumisa obediencia a las consignas gubernamentales y además ahora sin que el PP pague prenda. Y, si de lo general pasamos a lo particular, es incomprensible la parálisis del PSOE y su abstención en un asunto de tanto calado como la operación Chamartín, donde se juega el futuro o el desastre de la ciudad de Madrid para los próximos decenios. Aquí no pasa nada, por utilizar el título de aquella obra inolvidable de Darío Fo. ¿O es que también hay consenso para especular, con tal de salvar la cabeza de algunos socialistas corruptos y prevaricadores? La solución, la próxima semana después de escuchar a Álvaro Cuesta.