Al ritmo que marcan los derivados
La ausencia de inversores finales en las Bolsas del mundo permite, entre otras, dos cosas. Primero, acelerar los movimientos especulativos, al alza o a la baja, por parte de los operadores más avezados. Segundo, actuar con derivados para proteger inversiones anteriores. La suma de estos dos factores determina un incremento elevado de la volatilidad.
La traslación de este proceso al conjunto general del mercado explica la facilidad con que los índices pasan del optimismo al pesimismo en cuestión de segundos. ¿Por qué? Porque el mercado actúa bajo criterios puramente técnicos, sin distingos de estados de ánimo. Los especialistas en el arbitraje y en el trading (operaciones rabiosas a no más de un día) se limitan a seguir los pasos del mercado, sea cual fuere la dirección.
Los expertos en el análisis fundamental apenas influyen en este movimiento. Por eso, la enronitis y otras prácticas contables dudosas han tenido una vida muy corta. Los analistas fundamentales pesan en las Bolsas cuando hay flujos reales de dinero o de papel. Y esta no es, precisamente, la situación actual.
Al son de los derivados se mueven los índices. Para quienes no siguen de cerca el día a día de los valores, esta tesis queda refrendada con la contemplación de las pantallas de los operadores. Cuando todos los valores se mueven al mismo tiempo y en una misma dirección, los especialistas en derivados, las cestas que se dice en el argot, son los catalizadores de la situación. Este baile confuso y de difícil interpretación se ha sucedido hasta la saciedad en las últimas seis semanas.
El ambiente extrabursátil, mientras tanto, anima esta secuencia, porque las contradicciones se suceden sin miramientos. Ayer fue el caos contable y los malos resultados empresariales, y hoy, la propaganda de que la economía del mundo irá mejor.